«Hemos tenido una vida nómada, pero siempre hemos sido muy felices en Sofán»

marta valiña CARBALLO / LA VOZ

CARBALLO

De origen ourensano, se unió a Bergantiños hace casi 40 años, cuando se casó con María García Becerra

08 abr 2012 . Actualizado a las 07:06 h.

Durante cuatro años, entre el 2005 y el 2009, José Álvarez Díaz, se encargó, como buen capitán de la Marina Mercante, de llevar el timón de Sogama. Recién llegado de Madrid, donde coordinaba el área del gabinete técnico de la Subsecretaría del Ministerio de Medio Ambiente, fue presentado como un ourensano nacido «por casualidad» en Monforte de Lemos -su padre era ferroviario y hasta la localidad lucense llevó el tren a la familia Álvarez Díaz-, y fueron muchos los que pensaron que su trabajo en el complejo medioambiental de Cerceda suponía su primer contacto con la comarca. Sin embargo, los vecinos de la parroquia carballesa de Sofán se dieron cuentan rápidamente de que el hoy jefe de la oficina de Planificación Hidrológica de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil era, además de un alto cargo de Medio Ambiente, el yerno de Aurora Becerra. «Mi suegra era una gran mujer que se quedó viuda demasiado joven y sacó adelante a sus diez hijos con muchísimo trabajo. Era muy habladora y conocía a todo el mundo, tenía una memoria espectacular y, como todos los vecinos de Sofán, era generosa y trabajadora», recuerda José Álvarez justo delante de la iglesia de San Salvador, a solo unos metros de la casa en la que vivió Aurora, fallecida el pasado verano.

La plaza de Sofán, hoy en obras, consigue que José Álvarez viaje en el tiempo hasta finales de los sesenta, cuando conoció la parroquia carballesa por primera vez. Lo hizo de la mano de su mujer, María García Becerra, cuando todavía eran novios. «Nos conocimos en A Coruña, donde yo estudiaba Náutica desde el año 68 y cuando éramos novios veníamos mucho a Sofán y también de recién casados. Veníamos en el trolebús, que unía A Coruña con Carballo y que siempre nos llamó mucho la atención», cuenta José, para quien Sofán se convirtió, de verdad, en su segundo hogar cuando se casó con María, en 1973, en la iglesia de San Salvador, un pequeño templo al que ese día José llegó de uniforme. «Claro que llamaba la atención -asegura con una enorme sonrisa-, igual que a mí me llamaba la atención Bergantiños, que no se parecía en nada al Ourense en el que yo me crie».

Precisamente entre Ourense y Sofán dividían María y José los períodos de vacaciones. «No era fácil, pero procurábamos venir siempre en Navidades y en verano, sobre todo para las fiestas, que eran espectaculares. La plaza de se llenaba de gente y como en casa de mi suegra también había un bar todos teníamos que echar una mano, porque eran unas fiestas con mucho tirón», rememora José.

Vida en el mar

Las visitas a Sofán se redujeron en los setenta debido al trabajo de Álvarez Díaz. «Cuando empecé a navegar pasaba hasta diez meses seguidos embarcado», explica José, que desde 1970 y hasta 1983 fue oficial de puente en enormes mercantes y petroleros, con los que recorrió medio planeta. «Mi mujer se embarcó muchas veces conmigo, porque en los grandes buques estaba permitido, así que ella ha hecho más millas que muchos marineros», asegura con orgullo. Ella no vivió, por fortuna, una de las experiencias más duras de su vida. «Empecé a navegar recién cumplidos los 21 y un año más tarde sufrí un naufragio. Estaba todavía de prácticas, en el Monte Udala, un carguero de la naviera Aznar que iba del Mediterráneo a Sudamérica. Una vía de agua nos llevó a pique y a la una de la madrugada abandonamos el barco, en medio del mar, a 150 millas de la costa de Brasil», recuerda José Álvarez, quien asegura que la experiencia le marcó de por vida. «La vida en el mar me enseñó a navegar en calma chicha y también en medio de un temporal, algo que he aplicado a mi vida en tierra, porque vivir temporales duros también te prepara para afrontar situaciones difíciles», asegura.

Por eso , dice, siempre ha procurado quedarse con lo positivo de todos sus puestos. Desde 1983 a 1990, por ejemplo, trabajó para Aduanas y su primer destino, explica, fue Rosas, en Cataluña. «Todo el mundo me decía que aquel era un trabajo durísimo, pero para mí eran como unas vacaciones pagadas, porque venía de dar vueltas a África durante muchos años a bordo de petroleros», cuenta. Después le tocó mudanza a Cantabria y en 1990 toda la familia se trasladó a Madrid, donde José fue el responsable de la puesta en funcionamiento de Salvamento Marítimo (Sasemar). «Mis hijos, María y yo hemos tenido una vida nómada, con constantes mudanzas que hicieron difícil mantener un contacto continuo con la familia, pero siempre hemos intentado escaparnos de vez en cuando a Sofán, porque en Bergantiños siempre somos felices», dice con un brillo especial en los ojos que reafirma sus palabras.