Vigo cierra en Cee el mandato más breve de la historia local

Eduardo Eiroa Millares
e. eiroa CEE / LA VOZ

CARBALLO

El exregidor solo aguantó siete meses al frente del Ayuntamiento

04 mar 2012 . Actualizado a las 20:42 h.

La salida de Ramón Vigo de la alcaldía de Cee supone el cierre del mandato más breve de la historia de Cee. Nunca un alcalde duró tan poco en el mando.

Pírrica fue la victoria de Vigo. Pocos partidos independientes -fuera tal vez del caso de Oleiros- pueden presumir de unos resultados electorales como los que alcanzó en las pasadas municipales. Y ninguno puede decir que lo haya hecho tras una etapa como la que pasó el ya exalcalde, sumido en las brumas de la operación Orquesta y su famoso y aireado sumario.

Nadie le discute a Vigo el mérito de que un partido fundado por él hace 16 años, Independientes por Cee, pasara por delante, en los resultados en las urnas, de PP, PSOE y BNG. En sus mítines no hubo conselleiros ni ministros. Solo ellos. Tampoco es discutible la capacidad personal de sobreponerse políticamente a un revés como su detención e imputación. Pero todas las batallas ganadas de nada le sirvieron contra las matemáticas, una ciencia que él mismo usó años atrás para abrirse paso hacia el poder local.

El 2012 será el año del siete. El de los concejales que se unieron para echarlo del poder y también el de los meses que alcalde mantuvo el bastón de mando desde que el pasado 11 de junio tomara posesión del cargo.

También será el año de los estrenos. La primera vez que una mujer accede al alcaldía en Cee y la Costa da Morte. La primera que una persona de 37 años ostenta ese cargo. La primera que el BNG apoya al PP. Y también la primera que un alcalde está tan poco tiempo en la planta noble del Ayuntamiento.

Calvario

La victoria de Vigo fue un oasis en el calvario iniciado para él el 31 de enero del año pasado, cuando también por primera vez en su vida durmió en un calabozo. Vale también para la lista de estrenos. Para la lista del número simbólico súmense también sus imputaciones. Entonces fueron seis, luego caería una más. Siete, como los ediles que lo quitaron del cargo.

Vigo pudo con todo, pero no con las matemáticas. Él mismo, el día de la censura, confesaba que su deceso político era la crónica de una muerte anunciada. Eso sí, tuvo que darse un ejercicio de malabarismo político en Cee para hacerlo a un lado. La izquierda nacionalista y la derecha centralista hubieron de dejar a un lado todo eso para apartar al alcalde, algo que él mismo se encargó de destacar durante las últimas semanas y que, seguramente, tratará de poner en videncia en cada pleno para que rechinen los goznes de la particular bisagra.

Ganó en las municipales y lo hizo con casi 2.000 votos. El tercer mejor resultado en la historia electoral del Ayuntamiento. Se quedó rozando los seis concejales, pero fueron solo cinco.

Las cifras volvieron a jugarle una mala pasada. Los socialistas, que cuatro años atrás, con cuatro ediles, lo habían aupado a él con tres, fueron laminados por su electorado. Ni las previsiones más funestas les daban el inane resultado de uno. Reeditar el pacto se hacía imposible.

Con PP y BNG tanteándose todavía, a Vigo le tocó gobernar en minoría. No lo vio imposible, pero desde el principio quedó claro que los que estaban en la oposición tenían ganas de un banco menos duro.

No hubo paz para aprobar las dedicaciones propuestas por IxCee. El sueldo de la concejala de Servizos Sociais que quería el regidor se disolvió en el pleno. El suyo propio, que quiso subirse, se quedó como estaba y no sin esfuerzos. Se auguraba que el mandato, si lo acababa, lo iba a sudar.

A su situación política se sumó pronto un cuadro económico que no dejaba mucho espacio a las alegrías. La guardería y la Casa da Cultura se abrieron al público en la campaña, pero se cerraron después. No había cuartos para pagar los sueldos para la primera, y menos todavía para la segunda. La entrevista que Vigo pidió nada más entrar con el presidente de la Diputación todavía está pendiente, y de ahí iban a salir los fondos de la Casa da Cultura. No se abrió el edificio, que sigue a punto, pero cerrado, y llegó la hora de pedir un aumento de tasas que también le reportaría sus reveses.

BNG y PP no le iban a tender una alfombra de pétalos y no lo hicieron. Le negaron el aumento de las tasas tal y como lo proponía, y le afearon la conducta por prorrogar los presupuestos del 2010. También es cierto que si tratase de consensuarlos lo más probable es que no saliera del viacrucis. Vigo destacó en el debate que en sus cinco años como alcalde se realizaron las inversiones más importantes de la historia de Cee: 10 millones de euros. Fueron otros tiempos. En los últimos siete meses lo que hubo fueron facturas pendientes de pago e inversiones que, en el mejor de los casos, llegaron a 55.000 euros para una recogida de pluviales.

Blanco más fácil

En esa tesitura el amor popular en forma de votos era difícil de corresponder con obras. También resultaba un blanco más fácil para la oposición de lo que lo hubiera sido en la época de vacas gordas, cuando las plazas reformadas se abrían al público y las fuentes empezaban a manar ornamentalmente en el casco urbano. Finalmente BNG y PP decidieron sumar y Vigo sucumbió. El escenario del pabellón bien pudo verse como un cadalso político en el que siete ediles cortaron su cabeza.

Fue un mandato breve. Él no aceptaba de entrada más que la alcaldía. «O alcalde o nada», repetía su partido desde el 2007. Cuando se tensa la cuerda, es fácil acabar en nada. Y es difícil bajar a concejal raso cuando antes se ha pasado por la alcaldía.

Ahora ya está en la oposición. Seguramente digiriendo el amargo trago. Pronto, seguro, empezará a velar armas para la siguiente batalla, en poco más de tres años. Quién sabe si será la última. Eso también lo dijo. Si los votos lo llevan de nuevo al despacho del primer piso del Ayuntamiento seguirá. Si no, volverá a la medicina. Hay mucho que curar.

Ahora está en la oposición, digiriendo el trago amargo, pero velará armas