Man de Camelle tiene una nueva vida de novela policíaca

m. v. m. carballo / la voz

CARBALLO

Manuel Sánchez Dalama acaba de publicar «La macha negra»

12 may 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La vida de Manfred Gnädinger, el Alemán de Camelle, ya es, de verdad, una vida de novela. De ello se ha encargado el escritor cubano de origen gallego Manuel Sánchez Dalama, que acaba de presentar La mancha negra, un thriller policíaco ganador de la décimo cuarta edición del premio de novela Ciudad de Badajoz.

La mancha negra narra, según recoge la sinopsis de la contraportada, la historia de dos naufragios. Uno real, el del Prestige, y otro fruto de la imaginación de Sánchez Dalama, el de Ángel Bravo, un policía natural de Folgoso do Caurel y residente en Madrid que regresa a Camelle, el pueblo en el que veraneó de niño para escapar de muchos problemas, de la peor racha de su vida y, al mismo tiempo, casi sin buscarlo, reencontrarse con el pasado.

Dos historias paralelas

Las dos historias, la del Prestige y la de Ángel Bravo, corren paralelas casi desde las primeras páginas de la novela, cogidas de la mano de la vida del Alemán, y permiten, al mismo tiempo, conocer el presente y el pasado de la localidad, un pueblo que el Ángel niño aprenderá a vivir a través de los ojos Man, de forma que el presente y el pasado se entrelazan continuamente a lo largo de la historia. Una historia en la que se revive detalladamente y con un ritmo cinematográfico el hundimiento del Prestige en noviembre del 2002.

Amistad, narcotráfico, venganza y viejos amores se dan la mano en La mancha negra y en Camelle, «un sitio de paso, de esos que viven asidos al tránsito de las carreteras. A Camelle, sencillamente, vas o no vas, porque después de él solo está el mar», tal y como explica el propio Ángel Bravo.

Sánchez Dalama, autor de otras novelas como Peces rojos en la lluvia o Hasta el fin del mundo, logra a lo largo de 245 páginas, ofrecer un magnífico retrato de la Costa da Morte y del hundimiento del Prestige y demuestra, aunque parezca increíble, que entre el capitán del petrolero y el Alemán de Camelle había más puntos en común de los imaginables. Todo ello en medio de una trepidante historia en la que no siempre ganan los buenos. O sí. Para saberlo hay que leer la novela. Porque hace un retrato magnífico de un personaje único y porque, en definitiva, vale la pena.

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