ARA SOLIS | O |

12 abr 2007 . Actualizado a las 07:00 h.

LO CONFIESO, muchas veces pienso que lo mejor para acabar con algunas aberraciones urbanísticas sería que un tsunami arrastrase con todo cuanto encontrase a su paso. En demasiadas ocasiones me sorprendo pensando lo bonitos que serían lugares como Caión o Malpica si alguien hubiese vigilado antes determinadas actuaciones urbanísticas. El feísmo es una enfermedad que está acabando con toda Galicia, pero la culpa no es sólo de los alcaldes, que, me temo, en muchos casos no les queda más remedio que otorgar licencias, porque así lo dice la propia ley y porque el gusto personal de cada uno, sea alcalde o no, no es suficiente para poner freno a determinados proyectos. La Costa da Morte está plagada de edificios horribles, moles de cemento y despropósitos urbanísticos porque, en última instancia, la Xunta -ésta y la anterior, aquí no se libra nadie- lo ha permitido. Ahora se llevan las manos a la cabeza e inician procesos judiciales que perjudican a todo el mundo, a alcaldes, vecinos, constructores y futuros compradores y que, además, no solucionan el problema. A buenas horas mangas verdes, aunque, por otra parte, más vale tarde que nunca. A ver cuánto les dura.