El ser vivo más anciano del mundo está en peligro

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Es el contundente mensaje que lanzan los científicos sobre el llamado Gigante Tembloroso, un bosque de álamos que está conectado por la raíz

19 oct 2018 . Actualizado a las 01:13 h.

Pando, también llamado Gigante Tembloroso, es un monstruo. Al menos, sus dimensiones son monstruosas. Este organismo vivo tiene al menos siete hectáreas de superficie y, aunque a simple vista parezca un bosque de álamos, es en realidad un complejo entramado de raíces conectadas que crecen incluso fuera de la tierra. Se estima que si se pudiesen pesar todas estas raíces la báscula marcaría hasta seis mil toneladas. No es el único récord de este Gigante Tembloroso. Su edad, que los expertos sitúan en torno a los 80.000 años lo sitúan también a la cabeza de la lista de los seres vivos más longevos sobre la faz de la tierra. 

Ha sobrevivido a varios incendios y distintas catástrofes naturales pero nada afectaba a las raíces, que se regeneraban. Hasta ahora. Investigadores de la Universidad de Utah State alertan en un informe recientemente publicado de que Pando está en peligro. ¿Su enemigo? No es una plaga ni tiene aspecto terrorífico sino forma de apacible venado. Los expertos avisan de que una superpoblación de herbívoros está devorando las raíces de esta mole. Al parecer, la desaparición de sus depredadores en esta zona por culpa de los humanos ha provocado la proliferación sin control de la población de venados. 

Según recoge Europa Press los bosques de álamo temblón, como el bosque de Pando, se reproducen de dos maneras. La primera, con la suelta de semillas por parte de árboles maduros que se convierten en nuevos bortes. Pero la más común es a través de sus raíces, ampliando su red y saliendo a la superficie en forma de árboles completamente nuevos pero interconectados en el subsuelo.

Se desconoce la cantidad exacta de tiempo que tardó Pando en alcanzar su extensión actual. «Es muy probable que tenga siglos de antigüedad, y es igual de probable que tenga milenios» asegura Paul Rogers, ecólogo de la Universidad Estatal de Utah en Logan, citado por 'Science'.

Los científicos notaron por primera vez que el bosque perdía superficie a finales de los 90. Sospechaban que los alces, el ganado y los ciervos comían los nuevos brotes, por lo que en el nuevo estudio, Rogers y sus colegas dividieron el bosque en tres grupos experimentales. Una sección no tenía cercas, lo que permitía a los animales alimentarse libremente de los álamos. Una segunda sección fue cercada y dejada sola. Y una tercera sección se cercó y luego se trató en algunos lugares con estrategias para estimular el crecimiento del álamo, como la eliminación de arbustos y la quema controlada.

Los resultados fueron sorprendentes: simplemente mantener fuera a los venados fue suficiente para permitir que la arboleda se recupere con éxito. Incluso en las parcelas cercadas donde no había quema ni remoción de arbustos, los árboles jóvenes prosperaban.

La destrucción del bosque empezó a ocurrir en el último siglo aproximadamente. Este marco de tiempo coincide aproximadamente con el momento en que los humanos llegaron a esta zona, construyeron cabañas, prohibieron la caza y eliminaron a los carnívoros como lobos que normalmente atacarían al venado. Estas actividades humanas, dice Rogers, han convertido a Pando en un refugio seguro para los ciervos, inflando artificialmente su población.

Con los nuevos datos en la mano los investigadores planean pedir un sacrificio estudiado de cérvidos en esta zona. «Hay demasiadas bocas que alimentar en esta área» dice Rogers. Aunque pueda parecer una medida extrema, los expertos cree que puede ser la única posibilidad de que Pando sobreviva.