El día en que el «Titanic» dio una lección de flotación

RIBEIRA

CARMELA QUEIJEIRO

Un año más la fiesta de A Dorna estuvo marcada por el ingenio, la diversión y la ilusión

25 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La ingeniería dorneira todo lo puede. Con más maña que presupuesto, las peñas son capaces de obrar milagros en la fiesta mayor de Ribeira. Y, un año más, han conseguido que la realidad supere a la ficción. Solo ellos pueden rescatar al Titanic de las profundidades del océano Atlántico para dar una lección de flotación. Radiante, como el primer día, pero eficaz como nunca, el trasatlántico le dio la victoria en la Rejata de Embarcasións feitas á Machada a una singular y uniformada tripulación llamada Os pintos joden quintos.

No fueron los más rápidos de la carrera marítima celebrada en la playa de Coroso, en la que participaron cerca de cuarenta artefactos flotantes, pero regresaron (que no es poco). Y lo hicieron con fuerzas suficientes como para montar una performance a su llegada, aunque la meta era para muchos lo de menos.

La ilusión invertida en las últimas semanas en botar al mar algo original, con lo que sorprender, llevó al arenal ribeirense las ideas más locas y divertidas. Los dorneiros se echaron al agua sobre porciones de pizza o patitos de goma gigantes, sobre la nave aerodeslizadora de Luke Skywalker, dragones nadadores o una descomunal tarta de cumpleaños hecha a base de botellines de cerveza vacíos que tuvo que ser bajada hasta la orilla con la ayuda de un tractor.

Pusieron todas sus ganas a remojo encima de balsas que para él querría Tom Hanks en Náufrago. Alguna, hasta con zona wifi. En barcos vikingos que, aunque propulsados «a pan de millo», bien podrían presentarse en unos días a la fiesta vikinga de Catoira por lo logrados que estaban. Apostando por la originalidad, un completo puesto de venta de pescados y mariscos al que no le faltaba la mercancía, ni una animosa pescadera dispuesta a acabar el género a pie de playa. A unos pasos de ella, unos pequeños lobos de mar de siete años en adelante se unieron a la regata en un barco «pirrata» con corsarios dispuestos a recorrer 1.200 kilómetros desde Tarragona solo para unirse a la cita.

Los más veloces fueron los Tabeiróns Caralludos, sobre una piragua ligera simple, pero práctica para avanzar hasta la bolla y volver a tierra. Y es que en la ría se batieron desde los modelos más perfeccionados, en los que se pusieron a trabajar las peñas desde febrero, a otros más improvisados. Batiendo un tiempo récord de elaboración y con un gasto cero, se presentaron As truchas chuchan chuchas con una balsa a base de sacos llenos de aire y unas cuantas tablas realizada el día anterior en apenas treinta minutos. Todo con tal de no fallar al tradicional chapuzón con el que se despide A Dorna.