Amor en tiempos de ébola

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

RIBEIRA

11 feb 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya podemos quitar las máscaras de carnaval y dejarnos puesta la que llevamos todo el año para enfrentarnos a la siguiente convención social que toque, en este caso, San Valentín. Yo, que me creo muy listo, debería tirar de las lógicas consignas clásicas «San Valentín es un invento del Corte Inglés» o «hay que querer a tu pareja todos los días del año» para no caer en la burda trampa de la exaltación comercial-amorosa de rosas y bombones y, de paso, ahorrarme unas pesetas.

Sin embargo, en estas fechas, cuando me veo en el súper con mi señora buscando ofertas de 3x2 en bonito, como los héroes cotidianos que somos, todos esos bermellones motivos florales me van recordando que ir al súper juntos no es solo ir al súper juntos. Es el resultado de muchas cosas: besos, enfados, esperas, perdones, te quieros, viajes, vida, paciencia, fe, caída, redención, amor, amor, amor? Y no puedo contenerme, me entrego totalmente a esta pastelización sentimental repleta de corazoncitos y postureo. Me olvido de los días en que el amor es un pleito y entro, frívolo, en la rueda del 14 de febrero con sonrisa bobalicona.

En estos tiempos de ébola todo es fast food, desde el cine hasta la literatura, todo se hace para el consumo inmediato y para ser olvidado. Nada nace para perdurar y sé que «el día del amor» contribuye a la mcdonalización de un sentimiento tan relevante.  Pero, al mismo tiempo, compraré unas rosas, cenaremos por ahí, recordaremos viejos tiempos y nos olvidaremos un poco de la vida. Porque un Big Mac de vez en cuando tampoco está tan mal, ¿no?