El cuento de la pescadera

RIBEIRA

29 ene 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

El 2016 está a punto de cumplir su primer mes de vida y la nueva lonja de Ribeira continúa tan inoperativa como cuando finalizó el 2015. No solo eso, sino que parece que buena parte de los implicados rehúyen hablar de su puesta en funcionamiento. Salvo el Ayuntamiento, que ya se ha ofrecido a Portos para gestionarla provisionalmente hasta que saque un nuevo proceso de licitación o busque una fórmula para su adjudicación. Aunque tampoco hay que decir que haya insistido mucho más. 

Por las cuentas que hizo el organismo público cuando redactó el pliego de condiciones de la concesión, parece que en lugar del cuento de la lechera se aplicó el de la pescadera, se hicieron muchas cábalas y la red acabó rompiéndose. Solo los ingresos previstos por el alquiler de plazas en el aparcamiento subterráneo, por encima de los 100.000 euros anuales, se antoja disparatado. Entre otras cosas porque utilizarlo o no es voluntario y Ribeira tiene ya un par de ejemplos de estacionamientos bajo tierra en los que el volumen de ocupación no es escaso, sino ínfimo.

El organismo calla cuando se  le pregunta qué tiene pensado hacer para poner la infraestructura en marcha, ya que hay más de un ribeirense que le está buscando utilidades que nada tienen que ver con la venta de pescado y marisco, y en los sectores directamente vinculados a la actividad pesquera esconden la cabeza en una clara maniobra de «a mi que no me miren».

No cabe duda de que vender en la lonja de Ribeira también es libre y voluntario. De hecho, hay empresas del municipio que prefieren comercializar su mercancía en A Coruña. En cuanto a los puestos de trabajo que pueden desaparecer si la concesión se acaba entregando a una empresa de servicios, parece que es un asunto que tampoco le importa a nadie. Habrá que ver si este pasotismo se mantiene cuando, por ejemplo, la pérdida de puestos de trabajo en un sector estratégico para la economía barbanzana acabe provocando una mayor reducción de ventas en el comercio de la capital comarcal. 

No solo continúa cerrado el inmueble a cal y canto sin que se sepa nada sobre su futuro, sino que algunas actuaciones demandadas por el sector, como la instalación de atraques para las embarcaciones de artes menores, siguen sin realizarse.

Resulta sorprendente que intrépidos marineros, capaces de encontrar bancos de peces en los confines más remotos y de poner en circulación variedades que no estaban ni en los libros, se mantengan en la retaguardia por una lonja o, más bien, por la necesidad de tenerse que hacer cargo de la misma. Puede que al final, en vez de pescados y mariscos acaben subastándose arácnidos.