Cuando los festeiros cortaban el tráfico

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro CRÓNICA

NOIA

30 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Las imágenes de Noia abarrotada por San Bartolomeu traen a la memoria recuerdos de tiempos mejores. Aquellos veranos en los que todavía no había nacido la Feira Medieval de Noia, que ahora es la que pone de bote en bote las calles. Aquellos felices años noventa, en los que las fiestas de agosto eran capaces de parar el tráfico. Con unos locales abarrotados, en los que era difícil aguantar mucho rato sin perder más líquido del que uno era capaz de consumir de tanta gente que había, y los festeiros se arremolinaban en las calles.

Algunas aceras, como la de la calle de Pedra Sartaña se quedaban pequeñas y en el pretil que da a la ría no había un solo hueco por ocupar. Eran unas gradas disputadas, como un asiento en el metro a hora punta, y era cuestión de segundos que alguien abandonase posiciones para que cogiese otro su lugar. Todos con las rodillas juntas, a ser posible, para que entrase algún amigo que aparecía en el ruedo. Con este panorama y la carretera AC-550 literalmente invadida por la gente, los conductores se armaban de paciencia para abrirse paso hasta el puente del Campo das Rodas. Era la gran despedida del verano. La última fiesta en la que quemar la metralla que podía quedar en cartera. El adiós oficial a muchas amistades forjadas bajo el sol incandescente y endurecidas en agua salada.

Hace años que ese pretil se había quedado vacío, atesorando esa despedida del verano que se mudó a algún otro escalón de un portal, quizás a otra zona de marcha, o a otro destino de moda. Tal vez nadie sienta nostalgia cuando mire para él, cuando se adentre en las calles empedradas de la villa para reencontrarse con una fiesta que, por momentos, parece recobrar el pulso de antaño. Puede que los que el domingo bailaron en medio metro cuadrado con la París de Noia hagan de la Alameda su pretil particular y esperen verlo así cada vez que vuelvan a ese momento, a ese lugar. Y posiblemente se les rompa un poco el corazón el día que vean la plaza a media asta, hasta que suceda el milagro y los festeiros vuelvan a cortar el tráfico.