Los centros sociales languidecen

Marta Gómez Regenjo
Marta Gómez NOIA / LA VOZ

MUROS

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Sobredimensionado. Parte de las inmensas instalaciones de Cabo de Cruz no se utilizan. S.?B. < / span>

La actividad de muchos de los 130 inmuebles de la zona depende de los vecinos

22 feb 2015 . Actualizado a las 13:27 h.

Suelen quejarse los responsables municipales de lo complicado que les resulta prestar servicios a los vecinos en un contexto en el que cada vez más responsabilidades recaen sobre los hombros de los concellos y menos ayudas reciben de otras Administraciones. La dispersión de la población en lugares como el área barbanzana encarece llevar a todas partes prestaciones básicas, y también otro tipo de actuaciones como las de índole cultural. En este contexto, los ayuntamientos han tejido una amplia red de centros socioculturales para que los residentes hasta en la última aldea de la comarca tengan la opción de acceder a un espacio público de reunión, pero no siempre logran llenarlos de contenido.

Más de un centenar de estos inmuebles dependen de los concellos barbanzanos, en concreto, son alrededor de 130 los edificios que forman parte de esa red. En algunos casos se trata de recintos de nueva construcción, como los centros sociales de Abanqueiro y Cabo de Cruz o los noieses de A Ponte de San Francisco y Orro, levantados hace unos años con cargo al famoso Plan E del Gobierno de Zapatero. Sin embargo, buena parte de esos espacios destinados a la organización de actividades culturales para los vecinos son edificaciones a las que se ha dado una segunda vida. Sucede, sobre todo, en los municipios rurales, como Outes o Lousame, donde en cada parroquia se han habilitado locales sociales aprovechando las antiguas escuelas unitarias o inmuebles adquiridos por los ayuntamientos.

Esfuerzo importante

Contar con semejante red de centros socioculturales supone un esfuerzo elevado para las arcas municipales, no solo por el mantenimiento de los inmuebles y el pago de sus gastos corrientes, sino porque es necesario llenarlos de actividad, una responsabilidad que en buena parte de los casos recae en las propias asociaciones vecinales. Son las administraciones locales las que se ocupan de programar actos en los espacios de referencia, que generalmente son los que se emplazan en el principal núcleo de cada municipio. En este sentido, en las agendas de fin de semana de los concellos suelen figurar siempre espacios como el centro cultural de Muros o la casa de cultura de Outes. Mientras, los inmuebles esparcidos por las parroquias dependen prácticamente en exclusiva de las asociaciones.

De este modo, el grado de actividad que registran los distintos recintos depende de lo activa que sea la entidad vecinal en cuestión. Por ejemplo, en la casa de cultura de Xuño se celebran talleres y clases casi a diario, sin embargo, en otros puntos, salvo alguna actividad semanal organizada por el concello, como pueden ser los cursos de memoria para adultos, las instalaciones apenas tienen uso.

Sobre todo en las zonas rurales lo que se hace es abrir el centro, generalmente los fines de semana, para que los vecinos de la zona puedan reunirse y jugar a las cartas o simplemente charlar.

Proyectos faraónicos

Pese a ello, esta red de equipamientos tiene alguna incorporación pendiente. Espoleados por la bonanza económica, en la comarca se iniciaron proyectos de centros culturales, en algunos casos faraónicos. Ahí están los espacios construidos en Abanqueiro, cerrado la mayor parte del tiempo, y el enorme edificio de Cabo de Cruz, en el que se gastaron más de dos millones de euros. Eso sí, estos inmuebles, al menos, llegaron a término y se estrenaron, pero no puede decirse lo mismo de otras iniciativas similares, como el centro sociocultural de Carnota.