Las peñas tomaron la plaza a puntade pistola de agua

Antón Parada / A. G.

BOIRO

DANI GESTOSO

Alrededor de setenta grupos acudieron para participar en los juegos

07 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Como si de un preludio orquestal se tratase, el tintineo de los carritos metálicos sumado al murmullo creciente del gentío, daba comienzo al día de las peñas en Boiro. Calderos, pistolas de agua y cualquier objeto que sirviese para fusilar el calor estival pasaron revista ayer en la plaza de Galicia. Comenzaba la batalla.

Cerca de 70 peñas, con camisetas de colores a modo de uniformes, asistieron a los juegos matinales que la Asociación Borobó y la peña Don Glotón organizan desde hace seis años. Las pruebas, en las que únicamente estaban en juego el honor y la diversión de los participantes, arrancaron con la carrera de sacos, que se llevó la peña Calimocho.  

Más reñida estuvo la competición de los tacones, donde minutos antes del pistoletazo, Martín Cuña se apresuraba a solicitar entre el público el par de zapatos que le darían la victoria a Teño un Siejo que non Veas. Su propietaria, la señora Concha Cidras, confesaba sonriendo: «Síntome moi afortunada, pero agora teño que levalos a arranxar». 

Afluencia mayor

El disputado tiro de cuerda se saldó con la victoria del grupo de Fornos sobre los de A Pousada. Inmediatamente, todo el esfuerzo y sudor invertido se lo llevaron los manguerazos del camión de bomberos, para dejar solo un rastro de sonrisas y salpicaduras, que prosiguieron hasta la tarde.  

Jóvenes y adultos, locales y turistas, coincidían en que la fiesta no excluía a nadie. «El lunes era un día que no existía y ahora está marcado en rojo en el calendario», explicaba Keltoi Cameán sobre la evolución de la cita, a la que el veraneante extremeño, Ernesto Agudiez juró que «repetirá y recomendará siempre».  

La noche en que todo Boiro miró al cielo

Cuales restos de ceniza que danzan voluptuosamente en el aire tras el último fogonazo de la traca, aún se siguen escuchando alabanzas sobre la pirotecnia de esta edición de las fiestas de verano de Boiro. El pasado domingo quedará en el recuerdo de los asistentes por la impecable organización, que promovió el traslado de los fuegos de artificio de la plaza de A Boqueira de A Negral hasta la playa de Barraña. 

Sin prisas y con amplio espacio para todo el mundo fue situándose la gente a lo largo del arenal y el paseo marítimo. Una hilera de altavoces y focos de luces confirmaba que este año se había vuelto a optar por la versión musical y lumínica del espectáculo de Pirotecnia Resúa. Sin duda, debido al éxito que había cosechado en el estreno de este formato el año pasado.

Clave de luna

Los minutos más efímeros y a la vez más esperados por la mayoría del público fueron presentados por las suaves notas que daban forma a una melodía chill out. Sin embargo, el estruendo del primer estallido se mostró en consonancia con el crescendo de una orquesta invisible, cuya batuta mecía el disyóquey de la Cabina Móvil. El pinchadiscos de la empresa comarcal aumentaba la intensidad, a medida que se sucedían los coloridos fuegos sobre el mar.

A su vez, los haces multicolores proyectados sobre la arboleda adyacente perfilaban siluetas de diversas formas geométricas. Elipses y espirales, frente a la calle Avellaneda, acompañaron los destellos que iluminaron la despejada parcela de cielo boirense. Algunos de los títulos que sonaron eran sobradamente apropiados para la ocasión: Firestone de Kygo o A skyfull of stars de Coldplay, entre ellos.

Lienzo oscuro

El caprichoso clima de la comarca no hizo de las suyas y se mostró a través de un techo nocturno totalmente despejado. Ese lienzo oscuro no tardó en ser decorado por vibrantes explosiones, que lograron arrancar sonidos de agrado y satisfacción, a pesar del ruido ensordecedor.

De todas y cada una de las sorpresas que aguardaban a ser liberadas de su cárcel de pólvora, las más aclamadas fueron las cascadas áureas, que simulaban ser algún árbol que no crece más que durante unos segundos en nuestros sueños.