Retratos para entender lo desprotegidos que estamos

María Hermida
María Hermida RIBEIRA / LA VOZ

BOIRO

CARMELA QUEIJEIRO

El fotoperiodista José Pardo inauguró una exposición en Boiro que cabalga entre la estética cuidada y la desoladora realidad

29 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

«Mamá, que bonitos son os ladrillos». Estas palabras son de Lola, a la que todavía le quedan unos cuantos meses para cumplir los tres años. Hablaba así la pequeña anteayer a última hora, después de ver -e intentar tocar con sus manos llenas de chupa-chups- la exposición de fotografía de José Pardo, fotoperiodista de La Voz de Galicia, en la galería Sargadelos de Boiro. Lola, pese a su corta edad, lleva toda la razón. Los ladrillos con cemento pegoteado, que habitualmente espantan a cualquiera, fotografiados por Pardo, son bonitos de solemnidad. Lo mismo pasa con unas escaleras blancas de un depósito de metal de las que cae óxido a chorro, la cabina de un camión sin conductor y con papeles desordenados en el salpicadero o una casa abandonada y destartalada. Todos esos elementos que nuestros ojos están cansados de ver en la calle se convierten en arte tras el retrato de este notario de la imagen.

Esas primeras instantáneas, en las que manda la estética, son solo una primera toma de contacto con la fotografía de José Pardo, un hombre a un objetivo pegado que lleva muchos años contándole al mundo en imágenes lo que sucede en Ferrolterra a través de las páginas de La Voz de Galicia. Explicaba él anteayer, en la galería boirense, que todo empezó, precisamente, por unas fotos con carácter decorativo, en una muestra que se denominó Fotodecó. Y con unas instantáneas en las que hasta una niña de dos años es capaz de apreciar lo bello de las cosas comunes.

Desnudando lo común

Pardo no se quedó ahí. Por eso la exposición que se puede ver durante un mes en Boiro tiene segunda parte. Se llama Desprotección. Y el título se entiende bien nada más ver las fotos. Estas imágenes, algunas puestas acertadamente en cajas de luz, desnudan la realidad. Sin hacerle perder belleza, con toda la sutileza del mundo, nos muestran lo cruda que es. Ahí está el fuego que ardió en algunas movilizaciones -Pardo viene de Ferrol, donde el sector naval lleva décadas desangrándose a pie de calle-; está un perro inmóvil que es el único que se ha quedado dentro de una tienda cerrada; está la pared con grietas de una casa abandonada...

Pasen y vean en la galería Sargadelos boirense. Y seguramente se lleven algo: en sus retinas tardarán en borrarse esas imágenes en las que uno no aprecia la diminuta línea que a veces separa lo bello de lo desolador.

Desde la cabina de un camión a unas escaleras metálicas se convierten en arte en la muestra