La comarca es rica en antiguos yacimientos que durante años dieron trabajo a miles de personas y que ahora se han convertido en una fuente de riqueza animal y vegetal

ana lorenzo
Redactora

Estaño, wolframio, granito, berilo, cuarzo, grafito o hierro fueron algunos de los materiales que durante siglos se extrajeron de las decenas de minas repartidas por toda la comarca. Algunas de ellas marcaron un antes y un después en la historia -como las localizadas en los castros de Neixón y San Finx-, pero la gran mayoría fueron desapareciendo entre la maleza, y sin que nadie volviera a entrar en ellas. Distintos colectivos naturalistas han puesto en marcha acciones encaminadas a recuperar estas cuevas como parte del patrimonio natural y que podrían convertirse en un aliciente más para atraer turismo.

Una de las razones para llevar a cabo esta recuperación es que muchos de estos antiguos túneles abandonados han acabado siendo una especie de paraíso donde viven especies animales y vegetales únicas y que están en peligro de extinción. Así lo han atestiguado los miembros del colectivo Axena, especializado en el conocimiento, comprensión y la protección del medio natural, que han podido entrar en varias de estas grutas.

Entre sus descubrimientos más importantes están la localización de numerosos anfibios, así como murciélagos grandes de herradura (rhinolophus ferrumequinum), una especie que se caracteriza por su alta mortandad, además de que emite los ultrasonidos por la nariz y no por la boca. Prefiere los hábitat arbolados a los biotopos abiertos, y por eso es tan curioso que aparezca en las minas barbanzanas. También se han localizado varios opiliones o Ischyropsalis hispanica, que presentan un cuerpo más alargado de lo normal y fusiforme.

Otro tesoro que se puede hallar en algunas de las cuevas abandonadas del municipio boirense es el conocido como musgo luminoso o schistostega pennata, y que destaca porque crece sin apenas luz y porque brilla en la oscuridad. Algunas minas barbanzanas son ricas en esta especie rara, que por su especial fragilidad está incluida en la Lista Roja de Musgos de la Península Ibérica.

Uno de los principales problemas que se plantean a la hora de poder recuperar estas antiguas grutas es que gran parte de ellas se encuentran en propiedades privadas, y en algunas incluso es difícil saber quiénes son sus propietarios. Además, otro escollo que salvar sería el de la inversión, puesto que la gran mayoría se encuentran en muy mal estado, con accesos peligrosos cuya rehabilitación exigirá una gran cantidad de dinero.

Importante actividad

Aunque la comarca llegó a ser un referente en el sector de la minería, sobre todo durante las distintas guerras, en las que el wólfram gallego se convirtió en objeto de deseo de los distintos ejércitos, el número de yacimientos en funcionamiento ha ido descendiendo de forma considerable, y en la actualidad solamente una decena tienen una autorización de aprovechamiento o una concesión de explotación, según los datos que maneJa la Cámara Mineira de Galicia.

El granito, la pizarra, los áridos y el wolframio son los materiales que se extraen de estas cuevas, situadas en Carnota, Mazaricos, Ribeira, Boiro, Muros y Lousame. Precisamente, en este último municipio se ubican las minas de San Finx, unas de las más importantes de la comarca y de toda Galicia, y en las que llegaron a trabajar miles de personas.

En estos momentos, la actividad en la explotación lousamiana -que se abrió en el año 1884- está paralizada desde finales del año pasado y se está pendiente de que Augas de Galicia dé el visto bueno a la autorización que permita vaciar las balsas de agua que se han acumulado en sus galerías.