El calculable valor de un trabajo bien hecho

antón parada RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

CEDIDA

David Santamaría Cadaval ha sido pieza clave en complejos procesos de análisis y adquisición de empresas

25 jun 2017 . Actualizado a las 14:24 h.

«El temor al fracaso hace que no fomentemos la iniciativa, que dejemos de hacer muchas cosas, que nos paralicemos y dejemos todo como está. Conformismo. No, hay que tener iniciativa, no tener miedo a equivocarnos», mientras estas palabras del profesor Miguel Ángel Ariño resuenan durante una clase del Master of Business Administration (MBA) del IESE -la escuela de dirección de finanzas de la Universidad de Navarra-, un joven estudiante echa la vista atrás y no puede evitar recordar ese mismo consejo que le dieron sus padres, años atrás en Aguiño.

Hoy, David Santamaría Cadaval (Ribeira, 1980) trabaja para Ferrovial, firma de la que es el responsable de la auditoría interna de Australia y Nueva Zelanda. Entre las diversas tareas que ha realizado desde su entrada en este gigante empresarial se encuentra la de realizar, junto al resto de integrantes del equipo y directivos, los exhaustivos análisis y seguimientos económicos que acabarán derivándose en la adquisición de otras empresas. Sin ir más lejos, el año pasado su grupo se hacía con la australiana Broadspectrum por un precio cercano a los 500 millones de euros.

Camino hacia el éxito

David Santamaría tiene muy claro cuál fue el aliento que orientó la manecilla de su brújula laboral. Criado en un ambiente empresarial, recuerda la lata que aquel niño curioso le daba a sus padres cada vez que los barcos pesqueros llegaban a puerto. También se acuerda de la inestimable educación a la que tuvo acceso, primero en el ribeirense colegio Bayón, en el conservatorio y luego en el IES Número Un, para acabar estudiando la Licenciatura en Administración de Empresas por la USC: «No solo se trata de la educación académica sino de la que he recibido de mis padres orientada a la iniciativa y autonomía en la toma de decisiones».

Conocedor de la importancia de las experiencias internacionales, el especialista en finanzas se embarcó en un Erasmus en Francia, en la École Supérieure de Commerce International du Pas de Calais, que le abrió las puertas a realizar prácticas en el área comercial de Nestlé Water France. Cuando regresó a España, Santamaría prosiguió sus estudios en el Máster de Finanzas del Centro Internacional de Formación Financiera (CIFF), para volver a hacer prácticas, esta vez en el Grupo Santander.

Con semejante currículo, no tardó en entrar a trabajar como auditor para Ernst & Young, donde estuvo dos años antes de que un directivo le pusiera la vista encima y le fichase como asociado para el departamento de transacciones y servicios de la firma Accuracy. De nuevo, dos años más tarde, otro directivo le proponía entrar en American Appraisal -ahora Duff & Phelps- y acabó integrándose como gerente del departamento de Financial Advisory Services, un puesto desde el que realizó valoraciones de empresas pero también reestructuraciones y privatizaciones.

Corría el 2010 y David Santamaría se encontraba en São Paulo, urbe brasileña desde la que se volcó en el crecimiento de American Appraisal y que le llevó a realizar grandes proyectos en países como Chile, Cabo Verde, Portugal y Londres.

El valor y el precio

En marzo del 2012, el experto financiero aterrizaba en Ferrovial Corporación como gerente de inversiones, un puesto que le llevó a estudiar las principales apuestas de la empresa en secciones de negocios tan relevantes como son Cintra, F. Agromán, F. Aeropuertos y F. Servicios e Inmobiliaria. Hasta que se materializó la compra de Broadspectrum en mayo del 2016, primero con una OPA amistosa en 2014 y luego otra hostil en 2015. Dicha adquisición puso de relieve la importancia estratégica de este continente para Ferrovial y fue entonces cuando le propusieron que confeccionase a su equipo de auditoría para seguir todas las operaciones de la firma en Australia y Nueva Zelanda.

«‘Solo el necio confunde el valor con el precio’», con esta cita, el ribeirense define la complejidad de un proceso analítico en el que prima el «sentido común y entender qué se está valorando, por qué se está valorando y para quién se está valorando», ya que «una empresa suele tener distinto valor para diferentes compradores y para el vendedor». Pero eso no es ningún problema para aquel que no teme al fracaso.