El 80 % de los perros de la comarca carecen de chips de identificación

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

CARMELA QUEIJEIRO

Perrera y entidades indican que eso impide localizar a los dueños si hay un percance

29 abr 2017 . Actualizado a las 12:22 h.

El 80 % de los perros que viven en Barbanza carecen de chips de identificación. Así lo denuncian asociaciones animalistas, protectoras y las propias perreras, que ven como cada día más ejemplares aparecen abandonados en las calles. Voces autorizadas subrayan que es en la zona rural donde hay más canes que carecen del dispositivo.

Rosa Guerra, gerente de Servicios Gallegos de Lacería (Servigal), empresa que gestiona la perrera de Ribeira, no se esconde: «Yo diría que solo el 10 % o el 15 % tiene la identificación. Es el DNI del animal y están obligados a ponérselo. No lo hacen porque así se evitan problemas». La profesional confiesa que de esta forma, por ejemplo, si la mascota se escapa de casa y provoca un accidente, los cuerpos de seguridad tendrán muy complicado llegar hasta el dueño, evitándose este responsabilidades económicas y penales.

«Si hubiese más presión se podría cambiar algo. Hay ejemplares a los que los dueños les ponen todas las vacunas, que no son obligatorias, pero evitan que le coloquen el chip», apunta Guerra, que precisa que uno de los pocos colectivos que sí cumple es el de los cazadores: «Están muy controlados. Si algún agente del Seprona los para en el monte y el animal carece de identificación, los multan. Cumplen a rajatabla con la normativa».

Arancha Rodríguez es voluntaria en las protectoras Abeiro y Callejeros Barbanza. Manifiesta que la cifra no le sorprende: «Hay mucho abandono y de esta forma se evitan dar explicaciones. Hemos rescatado a algún animal y se lo hemos devuelto a su dueño, que se negó a ponerle el dispositivo tras recuperarlo».

Potencialmente peligrosos

La situación no varía en lo referente a los ejemplares considerados potencialmente peligrosos. Desde las asociaciones aseguran que, además de que la mayoría carecen de chip, no cuentan con seguro y tampoco son dados de alta en el concello donde habita el propietario. «El dueño, además, debe pasar un examen psicotécnico y tiene que carecer de antecedentes. Algunos animales están considerados como armas y hay que cumplir muchos parámetros. Sin embargo, se hace en contadas ocasiones», explica Rodríguez, que reconoce que el mayor peligro está en los jóvenes que tienen canes de este tipo bajo su responsabilidad.

Rosa Guerra indica que «hay muchísimos sin licencia y sin dispositivo. De esta forma, en caso de que uno ataque a otro animal, o a una persona, se evitan que los relacionen». Como solución, apunta que las Administraciones, que son las responsables de que se respeten las normativas, se impliquen más para concienciar a la ciudadanía sobre esto: «Es complicado hacer campañas en estos momentos. Parece que no interesa y nadie quiere dar el primer paso».

Sobre el papel que protagonizan los veterinarios, Guerra explica que su deber solo es informativo, ya que no pueden obligar a ningún cliente a que le instale el dispositivo al animal: «No son policías. Si los dueños se niegan no pueden hacer absolutamente nada. Ellos también están entre la espada y la pared».

Los abandonos crecen, aunque las protectoras ayudan a que se adopten más animales

El número de abandonos de perros sigue creciendo. Así lo atestigua la propia Rosa Guerra, cuya empresa gestiona varias perreras en toda Galicia. La nota positiva la ponen las asociaciones que han empezado a trabajar en las últimas fechas, y que se han implicado para que los animales que terminan en las jaulas de la perrera de A Carballa consigan una segunda oportunidad. «Con su ayuda estamos consiguiendo sacar a decenas de animales», apuntó la profesional.

Arancha Rodríguez es una de esas voluntarias que trabajan en la comarca: «Nos tenemos que mover muchísimo. Cada vez que recogemos a un animal subimos fotos y sus datos a Facebook. Hay personas que encuentran a su mascota, que la perdieron hace tiempo, mientras que otras se deciden a adoptar».

Este movimiento asociativo ha permitido que la perrera de Ribeira haya superado la fase de colapso continuo que vivió durante meses. Sus profesionales confiesan que, además, se han librado del amargo momento de tener que practicar la eutanasia con alguno de los ejemplares