Vaya a saber, cuando lea esta columna, adónde habrá llegado la basura del PP. Su hipocresía y sus graves insultos a la inteligencia de los ciudadanos hieden desde los escaños en los que habita la limpia voluntad del pueblo, hasta las instituciones que deberían defenderlo. Ver como el PP acusa a los jueces de persecución y abuso produce sonrojo. ¿Acaso no se pasan la vida diciendo aquello de «acatamos y respetamos las decisiones judiciales»? Véase a la otrora prepotente y arrogante señora Aguirre luciendo humildad y lágrima ante las cámaras. ¡Qué desfachatez! Véase a un partido que está acusado en juicio, propagar que la justicia es demasiado lenta cuando para evitar que fuera rauda destrozaron ordenadores y se negaron una y otra vez a colaborar con el juez hasta que, después de un año de requerimientos, el juez mismo con la policía judicial, agotada su paciencia, se presentó en su sede de la madrileña calle Génova para registrarla.
Véase como entre siete fiscales propuestos nombra el PP, para encargarse de la lucha anticorrupción, al único sin experiencia alguna en ese campo. Véase como este elegido, el señor Moix y su jefe, lo primero que hacen es apartar del caso al fiscal de Murcia que llevaba años desenredando la madeja de aquellas lanas enlodadas. Véase como, este mismo señor Moix, a continuación pretende que los fiscales no consientan registros al tal Nacho González. Véase como después de todo esto y lo que no sabemos, Rajoy dice que el hecho de que le llamen a declarar como testigo es de pura normalidad... Y además nadie sabe nada. ¿Por qué será? Por eso que usted y yo estamos pensando.