El drama de los refugiados visto desde la comicidad de Kaurismäki

víctor rodríguez

BARBANZA

cedida

El realizador finlandés, Oso de Plata en Berlín, consigue estar a la altura de sus grandes obras

07 abr 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

2017 • Finlandia, Alemania • Aki Kaurismäki • Sherwan Haji (Khaled), Sakari Kuosmanen (Wikström) • El cine hay que verlo en versión original. El doblaje no hace más que estropear y falsear la obra. Además de devaluar el concepto cultural y desmejorar el sonido, te puedes encontrar con un actor doblado por diferentes voces a lo largo de su carrera, o con situaciones forzadas y ridículas cuando se hablan varios idiomas y se reduce a uno: sirva de ejemplo la actuación de Christoph Waltz en Malditos bastardos (Quentin Tarantino, 2009) -por la que recibió todos los grandes premios (Mejor Actor en el Festival de Cannes, Oscar, Globo de Oro, Bafta)- en la que habla en alemán, inglés, francés e italiano. No solo se estropea su actuación, sino que gracias a su poliglotismo desenmascara los planes del enemigo. La voz de un actor, su tono, es tan importante como su actuación. ¿Te imaginas que la música que te gusta te llegara doblada? El idioma y su utilización es una parte vital de la obra, y ejemplos como el coreano o en este caso el finlandés, la hacen si cabe más especial.

El argumento

El último trabajo de Aki Kaurismäki se sitúa a la altura de sus grandes obras: Un hombre sin pasado (2002), Ariel (1988), La chica de la fábrica de cerillas (1990) o Sombras en el paraíso (1986). En El otro lado de la esperanza, se centra en Khaled (Sherwan Haji), un joven inmigrante sirio que llega a Helsinki oculto de polizón en un barco procedente de Polonia. En su camino se cruzará con Wikström (Sakari Kuosmanen), un comercial anodino que decide poner fin a su matrimonio, abandonar su profesión y abrir, tras ganar dinero en una timba de póker, un restaurante en un sitio poco frecuentado.

Comenta Kaurismäki que «con esta película me he esforzado en romper con la visión europea de que todos los refugiados son víctimas patéticas o emigrantes arrogantes que invaden nuestros países para quitarnos el trabajo, la mujer, la casa y el coche. No me importa reconocer que es una película tendenciosa que intenta influir sin el menor escrúpulo en las perspectivas y opiniones de los espectadores, al mismo tiempo que manipula las emociones para conseguir su objetivo. Y dado que estos esfuerzos fracasarán, espero que al menos quede una historia recta y melancólica con toques de humor, una película casi realista en torno a algunos destinos humanos en el mundo de hoy».

Un tema de actualidad tratado bajo el especial punto de vista tragicómico de Kaurismäki por el que recibió el Oso de Plata al mejor director en el Festival de Berlín.