Luces y sombras del periodista ciudadano

Antón Parada

BARBANZA

23 feb 2017 . Actualizado a las 12:23 h.

Hace unos días, el diario económico Expansión se hacía eco de un estudio de la consultora estadounidense CareerCast sobre las diez profesiones más estresantes del mundo. A medida que iba leyendo la lista, me decía en broma a mí mismo: «Ahora es cuando aparecen los periodistas». Me reí hasta que llegué a la número seis. Sí, ese espacio está destinado para los redactores en prensa escrita (no sé donde incluirán a los niños que recogen coltán en minas africanas). Lejos de replantearme el conjunto de decisiones tomadas a lo largo de mi escueta vida -hasta este momento en el que me encuentro tecleando-, me reafirmé en la adicción que produce la adrenalina de dar con un titular que exponga un nuevo atropello a los eslabones más débiles de la sociedad, o sacar a la luz las interesantes vivencias de un vecino que, a priori, parecía del montón.

Sin embargo, todo lo anteriormente relatado requiere de trabajo diario. Casi siempre con unos niveles de esfuerzo que no equivalen ni un ápice al tiempo del que se dispone. Sé que a veces ese hecho se deriva en que nos equivoquemos en una palabra o en una cifra -antes de ayer aumenté la edad del Sol en 45.000 millones de años-, pero jamás se nos ocurriría publicar algo sin contrastarlo, a pesar de algunas afirmaciones viperinas. Y tienen derecho a desconfiar, lo que me duele de verdad es que muchos no usen la misma vara de medir con el denominado «periodismo ciudadano».

En los último años de la carrera, ese término monopolizaba muchas de las conferencias y debates en la facultad. No hacía tanto que el calor del 15M había demostrado el valor de un vídeo tomado con el móvil, cuando alguien da luz verde a una carga contra estudiantes valencianos. El problema surgió cuando cualquiera persona que se compraba un smarthphone se creyó que con la garantía se incluía el título de Periodismo. Las noticias sin fuentes comenzaron a secar la capacidad informativa de las redes sociales y una fotografía de un suceso de hace cinco años podía valer perfectamente para ilustrar un supuesto asesinato cometido ayer. Quizás por esa razón, Facebook esté desarrollando filtros para evitar la proliferación de informaciones falsas.

Es peligroso informarse únicamente mediante el «periodismo ciudadano», al igual que nadie dejaría que un tipo cualquiera de la calle operase a un familiar sin ser cirujano. Pero eso no quiere decir que no existan personas que realicen una gran labor periodística sin haber pisado nunca una clase de este ámbito. Porque un verdadero periodista ciudadano es Xurxo Gago, redactando crónicas desde la Antártida, con temperaturas que rozan los trece grados bajo cero. ¡Ay, del estrés!