Con la memoria en la dorna de «Patiño»

Antón Parada CRÓNICA

BARBANZA

19 feb 2017 . Actualizado a las 23:10 h.

Existen muchas cosas a las que los poderosos nunca temerán. El avance incesante de los días y las noches que va aligerando la cartera hasta aproximarse al fin de mes. El resultado del veredicto de un juez. El temor a contraer una enfermedad con un coste de tratamiento disparatado. Mas siempre ha existido un hecho que ha sido capaz de quitarle el sueño a hombres con privilegios de la talla de Akenatón o de Napoleón. No, no me refiero a la llegada de la muerte. Me refiero al momento posterior en el que la parca siega lo sembrado.

Tiene mucho sentido que tanto el faraón como el emperador erigiesen monumentos colosales, como la ciudad egipcia de Karnak o el Arco del Triunfo en la parisina plaza Charles De Gaulle. Ninguna de estas edificaciones llevan sus nombres, pero los pilares que las sostienen apuntalan, inevitablemente, en nuestra memoria sus figuras. Sin embargo, para la gente de a pie, para las personas corrientes o -sin tapujos- los pobres o los infinitamente menos ricos no se les suelen haber levantado grandes edificaciones. A ellos se les destierra de la memoria de la humanidad, que a efectos significa ser condenado al olvido desde el momento en el que la palada de tierra se despide con un golpe sordo sobre la madera del ataúd.

Esta reflexión llevaba unos días posada en mi mente, como el Atlas que corona el edificio más alto del ribeirense vecindario de O Touro. Pero su peso desapareció solo unos metros más abajo. Creo que lo que más me gusta del nuevo paseo construido en este lugar es la dorna roja que lo adorna. Para unos nada más que una embarcación, para otros la única que importa en el barrio. Estoy seguro de que la inmensa mayoría de lectores nunca han oído hablar de su anterior propietario, el hombre conocido como Patiño. Pero los vecinos recordamos perfectamente cada vez en la que nos pidió ayuda para subir la nave desde la orilla hasta el alto de la playa o a su vivienda. Hasta que falleció y el recuerdo remitió. Por eso siempre miro a la restaurada dorna de Patiño. Porque sé que de alguna forma ganó uno de los nuestros.