Cuando oigo a miembros del PP o del PSOE quejarse por el avance de fuerzas políticas que ellos denominan populistas o radicales, siempre les contesto lo mismo: ocupan el espacio que vosotros dejáis vacío o, dicho de otro modo, acaparan la representatividad de aquellas personas a las que habéis defraudado. Ellos, de forma peyorativa, contestan que son los representantes de los cabreados e inconformistas; acto seguido se siguen mirando el ombligo sin darse cuenta de que hay una parte de la sociedad, cada vez más importante, que está muy enfadada con el establishment. Algo que no ha hecho más que empezar y que coloca a millones de ciudadanos muy susceptibles a mensajes que en otra situación nos parecerían anacrónicos. Y si no que les pregunten a los yanquis. O a los británicos. Quizás en breve a los franceses. Por suerte, en España los hijos del 15-M, pese a lo que digan los tradicionales, son gente que quiere cambiar el sistema, pero de forma pacífica.
Viene esto a cuento del último atraco a los ciudadanos protagonizado, una vez más, por las compañías eléctricas; que tienen licencia para meternos la mano en el bolsillo de forma legal. En plena ola de frío, con muchas personas de escasos recursos dependiendo de la energía para no morir congelados, anuncian una brutal subida del recibo de la luz; de la que el Gobierno se lleva el premio gordo vía impuestos (¡la mayor parte del recibo!), aplicándole un IVA del 21 %, como a un producto de lujo. Esas mismas compañías donde acaban, con sueldos millonarios, políticos del PP y del PSOE que antes, de forma objetiva, legislaron sobre sus intereses.