Un año atrás

Estevo Silva Piñeiro SOSPECHOSO HABITUAL

BARBANZA

16 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Sentado en la habitación de un hotel de Sestao al que tardaré en regresar, vuelvo la vista atrás un año exactamente, cuando empezaba esta aventura de columnista en otra habitación de hotel. Un año parece poca cosa, pero es un mundo. Hace doce meses era un hombre con esperanzas renovadas en este país, a día de hoy esa ilusión ha desaparecido casi por completo. Aquellos aires de cambio se han envilecido; el vértigo a dar el salto definitivo hacia el nuevo milenio ha podido con aquella tibia determinación ante el regocijo de los más mediocres colaboracionistas. No era un paso que discurriese necesariamente por las urnas, más bien era un gesto para sacudirse la caspa y el olor a naftalina.

Hoy ese aroma sigue tan vigente como siempre. El enorme poder de la repetición de la mentira; el aprovecharse de la ignorancia del prójimo, de fomentarla, aplaudirla y defenderla, como el que defiende a un niño que se equivoca en lugar de enseñarle; la demagogia sobre la demagogia y nuestra propia bisoñez sigue siendo una condena -siempre en opinión del que redacta- que se perpetúa relegando al país a la posición intelectual en la que está y que sin duda merece: la de enorgullecerse de ser un país de catetos y jactarse de ello con golpes de pecho.

Nos lo merecemos todo. Nos merecemos a Trillo y Cebrián, a Aznar a y González, a Rajoy y a Errejón. Todo lo que nos hagan estará perfectamente justificado. Si he de salvar a alguien de esta quema que sea a mis estimados vascos, que en breve abandonaré. Al menos la mayoría de ellos, como diría Reverte, tienen un par de cojones.