Carta a los Reyes Magos

juan ordóñez buela DESDE FUERA

BARBANZA

07 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

L os padres sabemos lo difícil que es, a veces, cumplir los deseos que nuestros hijos escriben en la carta de los Reyes Magos. De hecho, existen no pocas películas en las que se consiguen demandas en principio imposibles de tener, como por ejemplo Quiero una madre o Mi padre. Pocos se atreven a platearlos en términos de «quiero mi padre» o «mi madre»; a no ser que, en vez de muerto, esté desaparecido o finado por equivocación. Hay más que explican situaciones de desesperación personal o familiar por salud, un trabajo o problemas con la vivienda que se acaban resolviendo de manera milagrosa para poder tener un final feliz digno de Papá Noel o de los Reyes Magos. Esta propaganda que ayuda a implementar y agrandar la magia de los personajes de ficción que hacemos reales para los más pequeños de la casa es una gran aportación cuando las cosas van bien, pero no ayuda nada a aquellos que tienen planteado algún gran reto.

Huelga decir que pedirlo a los Reyes Magos no devuelve a ningún familiar que ya no esté ni consigue el remedio necesario para alguien enfermo. Tampoco cura el hambre o el frío o el miedo de una criatura que nota el sufrimiento de sus padres porque la vida no les va bien. Pero tener un juguete pedido, deseado, esperado, soñado... puede suponer un oasis de paz, de alegría y de tranquilidad imprescindible en su vida. Sí, somos una sociedad consumista. Es cierto que los niños tienen, en general, demasiadas cosas, y que hay muchas familias -cada vez más- que no pueden gastar dinero en cosas más que necesarias. Pero estas consideraciones, por ciertas, no tienen que hacernos olvidar que los menores necesitan jugar, necesitan no hacerse mayores demasiado deprisa o, en todo caso, no antes de tiempo. Y que en el mundo en el que vivimos es muy difícil que un niño entienda que los Reyes no le pueden traer aquello que pide o, en su defecto, alguna otra cosa. Así pues, bienvenidos sean todos aquellos que compran, regalan, recogen y reparten juguetes a los que no pueden tenerlos de otra manera. Ellos son realmente los magos y no los reyes.