Los montes de Porto do Son se liberan de toneladas de madera quemada sin valor

Javier Romero Doniz
JAVIER ROMERO RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Los troncos apilados tienen que retirarse en poco tiempo para evitar que sean robados

29 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La plantación y venta de madera es un negocio que da mucho trabajo y contados beneficios. Así lo reconocen los profesionales del sector, que en la comarca son muchos a pesar de los sinsabores del oficio. Caamaño y Xuño, ambas parroquias de Porto do Son, tienen tradición maderera y sendas entidades comunales dedicadas al cuidado de los montes para mimar el suelo que les da sustento. El gran incendio que arrasó una parte importante del territorio sonense en agosto, resulta evidente, no contribuyó a que el sector atraviese por su mejor momento. De hecho, tanto comuneros como dueños de fincas privadas se afanan desde hace días para retirar la madera deteriorada, aún a sabiendas de que su valor es ínfimo.

La situación no resulta fácil, sobre todo para las comunidades de montes. Muchas plantaciones, en proceso de crecimiento, se fueron al garete, y lo que era una madera destinada a sacar contados beneficios se ha convertido en un producto todavía más devaluado del que, en algunos casos, el dinero recaudado por su subasta no servirá para cubrir los gastos que implicó la retirada. Lo mismo ocurre a los particulares. Ayer, en el lugar de A Aradiza, en Caamaño, Alberto adecentaba una finca de su propiedad calcinada por las llamas: «Isto só vale para uso doméstico, que no meu caso é para quentar a casa, pero son moitos os veciños que estamos facendo este traballo cando podemos».

Triste realidad

Hacer un recorrido por estas dos parroquias (que fueron la zona cero del gran frente de agosto) implica darse de bruces con la realidad. En la parte alta de Caamaño podían verse ayer dos grandes paredes de troncos apilados. Pero más allá del volumen que ocupan, que es vasto, la realidad, que se contabiliza en euros ganados, es triste. Lo explican los comuneros de la zona, que revelan que se trata de madera que es necesario retirar para limpiar las parcelas de cultivo, pero que carece de cualquier valor comercial. Es decir, cuando salga a subasta pública -que es la forma de venderla- su valor estará por los suelos, aunque los comuneros prefieren eso a quedarse con ella.

Existe otra madera, que también se vio afectada por las llamas, que sí es comercial, pero todavía no se cortó. Para hacerse una idea de su valor, y atendiendo a las tasaciones que fija la Xunta, el precio por un metro cúbico de eucalipto se fija en 16 euros, mientras que el de pino llega a los 23. A medida que se prosigue el recorrido por ambas parroquias, y los testimonios de vecinos se suceden, uno no puede evitar acordarse de aquel refrán que dice: «A perro flaco todo son pulgas». Y es que tanto particulares como comuneros, explican que los troncos apilados, y que no siempre pueden moverse en el mismo día que se corta, acaba desapareciendo poco a poco. Es decir, los hay que, aprovechándose de la triste situación, echan más gasolina al fuego al robar cuantos troncos encuentran a los pies de los viales para lucrarse a costa del trabajo y la desgracia de mucha gente.