La historia que nunca nos cuentan

Álvaro Sevilla Gómez
Álvaro Sevilla CRÓNICA

BARBANZA

27 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La gloria no dura siempre. Bien lo saben todas aquellas personas que la saborearon en su momento y que entendieron con el paso del tiempo que aquello solo se trataba de un episodio pasajero. La última historia que confirma esa mítica frase podría ser la de Cristian Toro, oro olímpico en los Juegos de Río de Janeiro. A su vuelta a España, lo recibieron con honores en cada institución. Todos quería compartir su fortuna. ¿Qué político no querría fotografiarse con una persona que escribió su nombre para siempre en la historia del deporte estatal? Después del éxtasis regresó a la realidad, a día de hoy no hay ningún patrocinador que rompa una lanza para que solo pueda centrarse en entrenar. ¿Acaso alguien puede poner en duda que se trata de uno de los mejores en su especialidad?.

Me comentaba hace tiempo un entrenador de una campeona de España que cada medalla de oro nuestra debería valer por 20 de cualquier otro país. Me puso como ejemplo Alemania, donde un deportista de primer nivel puede centrarse en cuerpo y alma a entrenar, ya que cuenta con un sueldo fijado. Como mirar hacía el país teutón siempre es lo más sencillo, más vale echar un vistazo puertas para adentro. Esa misma persona me explicaba que a su deportista no le dejaban utilizar ciertas instalaciones públicas para entrenar. A pesar de que llevaba casi una década ganando todos los campeonatos de España, le cerraban las puertas.

Quizás el pensamiento colectivo pasa por considerar por privilegiados a estos deportistas. Puede que sea comprensible, porque pocas veces nos enseñan la cara oculta de sus historias. Lo hizo esta semana nuestra compañera Marta de Dios, primero, explicando los entresijos de la vida de Toro y, después, ampliando el radio de acción a personas como Teresa Portela, Óscar Carreira, Bea Gómez y Borja Golán. La situación no varía demasiado, detrás de la gloria hay más sufrimiento que el propio entrenamiento.

No cambia demasiado en el caso de la única olímpica de Ribeira, María Vilas, cuyo entrenador, Juan Carlos Brión, confirmó que la Sirena de Castiñeiras es otro ejemplo de este fenómeno. Actualmente su único apoyo es el Concello de Ribeira, que dio un paso al frente para respaldar la causa de los deportistas del ayuntamiento. Conozco desde fuera el trabajo de María y los centenares de horas que le dedica a la natación. Puedo imaginarme lo dura que fue su preparación para poder clasificarse para Río, con concentraciones maratonianas en las situaciones más extremas posibles. Me sorprende que nadie quiera apoyar a una persona que empieza a entrenar a las cinco de la madrugada para seguir peleando por sus sueños. Sus valores deberían ser los nuestros.