Curtas de Noia. ¡Viva el cine!

Maxi Olariaga MAXIMALIA

BARBANZA

MATALOBOS

23 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Nieva, llueven gotas de celuloide incandescente sobre los tejados del coliseo Noela cantando las viejas melodías de Hollywood al estrellarse contra los cristales y deslizarse alegres hasta la alfombra roja que como un esternón de fieltro divide los costillares de O Curro. Ya están aquí los hermanos Lumière encendiendo la pantalla con las imágenes que toda la humanidad guarda en la memoria desde que la luz fue luz. Es la fiesta del cine y Noia se viste de terciopelo y seda, de ñandutí y organza y sale a la calle perfumada de fresas salvajes y algas. Noia, como Ícaro, remonta el vuelo y su silueta navega entre los astros que viven en el cielo de la cúpula de los hermanos Costa.

El rayo de luz que horada el ventanuco de proyección, hiere el corazón blanco del arte último y el color encadenado durante los siglos oscuros, fecunda la esterilidad de tantos días perdidos en la aspereza de la rutina. Luís Avilés y su tripulación en la que todos son uno y uno son todos, devoraron las estaciones alimentando la belleza del monstruo maravilloso que vive en sus grutas interiores. Un año de trabajo sacando tiempo de aquí y de allá, sacrificando horas y respirando sueños, lograron otra vez, otro año más, explosionar el globo prodigioso que flota en sus corazones.

El cine es alimento, es un arte imprescindible que puede doblegar la soberbia, encarcelar la abulia y enfrentarnos sin sentimiento de culpa a la belleza fantástica que exhibe su cuerpo de dios infinito. Es un don maravilloso que tenemos al alcance de la vista y del tacto, del oído y del olfato. Y del gusto. El cine sabe a ojimiel, ese agridulce jarabe que la vida nos da cada mañana a cucharadas. Es historia jamás contada y es cuerpo y sangre, huesos al sol de un desierto en el que diluvia cada noche hasta que la luna se refleja asustada en los charcos.

El cine es nuestra propia edad, nuestra educación y nuestros gestos. Es la dulce maestra que a base de acción/reacción nos enseñó a distinguir las mariposas de las libélulas y las pistolas de las teclas de un piano fanfarrón. Mantenerlo como al hijo más amado, sublimarlo como a un espíritu celeste al que conviene acudir de vez en cuando en busca de consuelo y redención, es labor de gente de fe y naturaleza desprendida. Esa es la bandera de la nave en la que marean los organizadores. Sortean los arrecifes y los bajíos, se enfrenta a los piratas y, encaramados a la cofa del palo mayor anuncian urbi et orbi que la historia interminable comienza su función.

Pasará el pecado, la maledicencia, la soberbia y la mentira. Pasará la corrupción y pasarán los cielos y la tierra, pero el cine no pasará. Siempre estará ahí como un árbol ignifugo y perenne cultivado por unos jardineros fieles que entrarán y saldrán de la pantalla llevando en su boca una rosa púrpura de El Cairo. Esa muchachada, esos hombres y mujeres creyentes que no conversos, y enamorados de la luz del fin del mundo, tienen el poder de curar todos los males. No tendrá usted más que entrar en su palacio de otoño y dejarse llevar por sus manos sabias. Se esfumará su psicosis y jamás se sentirá perseguido por los pájaros enloquecidos por la polución. No se pierda A Mostra de Curtas en Noia. ¡Viva el cine!