Educar antes de lanzarse a competir

BARBANZA

22 sep 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Contadas personas anteponen una derrota a un victoria. Todos disfrutamos ganando, pero hay centenares de formas para conseguirlo. Algunos se centran en que es el camino el que otorga la gloria, mientras que otros miran directamente a la meta y venderían hasta su último principio para alcanzarla antes que nadie. Por fortuna, y aunque lo sencillo sea quejarse de lo males que nos acorralan en cada esquina, el mundo cambia lentamente a mejor. Un ejemplo es que el pensamiento de que educar es más importante que competir se va colando con fuerza y con celeridad entre la sociedad, sobre todo en el mundo del deporte.

Recuerdo mi etapa jugando al fútbol como una especie de selección natural: los buenos a un lado, los mediocres en otro y los paquetes en la esquina más alejada. Creo que no escuché a ningún padre quejarse, si su hijo se pasaba los partidos en el banquillo, el camino más rápido que tenía para solucionar el problema era cambiarlo de equipo o de deporte. A día de hoy me surge una duda: ¿Si se dividiesen las aulas de colegios e institutos por las notas que sacan los chavales creen que los padres se quedarían mudos?

Por fortuna han surgido sitios donde se prima una cultura de grupo y compañerismo, donde el esfuerzo y la persistencia son valores que se inculcan entre los chavales. Frente a esos entrenadores y padres que buscaban llenarse el ego ganando una liga comarcal, aparecen personas cuya meta es formar a las nuevas generaciones con un balón de por medio.

Si me permiten la intromisión, les diría que apostasen por anotar a sus hijos en esos clubes que colocan la victoria en un segundo lugar, aunque pierdan esa oportunidad de pavonearse diciendo que «meu fillo é un fenómeno». Para convencerlos tendré que echar por tierra uno de sus sueños, lo siento, pero es muy probable que su chaval nunca llegue a fichar por un equipo que juegue la Champions League. Se lo pido por el bien de todos, viviremos mejor en un mundo lleno de derrotas, pero cargado de principios.