Penalti

Maxi Olariaga LA MARAÑA

BARBANZA

24 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Quizás conozca usted el viejo cuento del caballo. Más exactamente: O conto de saber vender o cabalo. ¿No? Tome nota. En una feria, un chalán al que le daba la del alba sin vender un rocín torpón y paticorto, consigue al fin endosárselo a un paisano por unos miles de pesetas haciéndole saber que el jamelgo era una alhaja. «Cando chegues á casa, has ver como barre o portal e mailo cortello, mete a roupa na lavadora e logo téndecha na horta. Iso por non falar de coma lava a vaixela e deixa a cociña como un viril de Pascua». El comprador, asombrado por tales maravillas, compró el caballo y feliz emprendió el camino de regreso imaginando lo pasmados que iba a dejar a sus vecinos cuando vieran al cuadrúpedo tendiendo las sábanas o amasando sobre la artesa, para servir a su amo, una excelente empanada de raxo.

Pasaron quince días y, en la siguiente feria, el comprador buscó al vendedor. «¡Devólveme os cartos! ¿Que cabalo me vendestes, ladrón? ¡Escaralloume a cociña e cando o mandei facela cama escachou todas as fiestras e os retratos dos meus bisavós!» Gritaba el hombre como un poseso, así que el vendedor lo calmó: «¡Non fales así do cabalo, porque si alguén che oe, non llo darás vendido!»

Recordé la broma viendo cómo la prensa, el público, todo Brasil, se rindieron a Neymar cuando ejecutó el penalti que daba a la canarinha el oro olímpico de fútbol. ¡Neymar, héroe nacional! Nadie se acordaba del portero, Weberton, que detuvo el penalti alemán que le dio la ocasión a Neymar de ser proclamado Dios. Y es sabido que es más fácil meter un penalti que detenerlo. ¡Hai que saber vender o cabalo!