Quienes siguen esta columna saben de mi especial cariño hacia la Festa da Dorna. Este año ya va por su 68 singladura, ¡ahí es nada! Con el arranque el viernes pasado, 15 de julio, y hasta el domingo; o cada uno hasta que el cuerpo le aguante. Una gran cita de la diversión y el ingenio que no envejece, al contrario, se adapta a los nuevos tiempos y cobra, si cabe, mayor protagonismo en el calendario de Barbanza.
Una, con unas cuantas ediciones en la mochila, al igual que miles de personas, podría escribir un libro de anécdotas, vivencias y amistades surgidas bajo su manto de alegría. Momentos desternillantes, momentos emotivos, momentos de sensaciones que se quedan guardados para toda la vida. Y después, ¡cuántas conversaciones sobre ello!
Sin duda es la fiesta más original y participativa de las que se celebran en la comarca y diría que en toda Galicia. Una fiesta por y para todos los dorneiros, que solo la disfrutas si la llevas dentro. Aquí no hay término medio. No existe la opción contemplativa. O la vives o no. Participas o no sabes de que va. De hecho cuando alguien de fuera me pregunta sobre ella mi contestación es: «Aplícale lo de San Andrés de Teixido y cambia vivo por joven y muerto por viejo».
Ahora ya estamos en años de dosificarnos pero seguimos manteniendo la cita marcada en rojo en el calendario. Desearle a la familia dorneira un barco más de singladuras y otro tanto de salud para disfrutarlas. A aquellos jóvenes que se van sumando que recojan su esencia y la transmitan a los que vengan. Pero por favor, que no la hagan derivar a un botellón. ¡Viva a Dorna!