La fiebre estival de la caza del pokémon

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro CRÓNICA

BARBANZA

21 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Caminan absortos con la mirada clavada en sus móviles. Se les puede ver en las plazas, en los parques y hasta en la playa. Buscan murciélagos, gusanos, pájaros y toda serie de bichos ficticios que aparecen a su alrededor haciendo más interesante sus paseos por la calle. Cazan pokémons. Los persiguen hasta en sus propias casas, recorriendo las habitaciones en una concienzuda batida, como el que va buscando un fantasma con un detector de actividad paranormal. De repente el móvil vibra y su marcha se detiene. ¡Ha aparecido una presa! Y comienza la cacería. El dedo se desliza sobre la pantalla una y otra vez (en función de la suerte y la destreza del jugador) para atrapar a la figura en cuestión en una cápsula.

Mientras tanto, un conductor espera con paciencia infinita a que el cazador de pokémon termine de hacer una captura que lo cogió en mitad de un paso de peatones. Un chaval reclama la atención de otros dos de mayor edad, apostados en la playa, que incapaces de levantar los ojos del móvil y de ver que el niño -seguramente el hermano pequeño de uno de ellos- ha conseguido mantenerse en equilibrio sobre la tabla de bodyboard, algo en lo que llevaba trabajando todo el mes. A pocos metros, los deportistas que cada día salen a correr y a caminar por el paseo de Coroso regatean a un número cada vez mayor de pokemaníacos que, en el momento más inesperado se paran en seco sobre la marcha.

La fiebre estival de la caza del pokémon está pegando fuerte en Barbanza y los avistamientos plagan estos días las redes sociales. Mirando el lado positivo, el juego anima a muchos a salir a la calle y pegarse unos buenos paseos. El negativo no solo son los incidentes que empiezan a saltar a las noticias, hasta ahora anecdóticos, también todo lo que han dejado de descubrir al otro lado de sus pantallas.