Fe de erratas

Antón Parada

BARBANZA

20 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Echo la vista atrás y no me arrepiento de nada, como Edith Piaf. Esta frase ha sido mi motor desde que llegué a primero de carrera y mi querida profesora de Comunicación Escrita nos dio un discurso desolador, acerca de la situación del sector periodístico a nivel nacional e internacional. Fue mi aliento cada vez que nos corregía un titular de un suceso ocurrido hacía décadas -«los muertos, siempre delante»-, cada vez que nos recordaba el privilegio y las escasas posibilidades de que nuestras palabras fuesen impresas entre las páginas de un periódico de tirada diaria. Nada que la nostalgia de imaginarme siendo Hiddy Johnson en Primera plana no pudiese destruir de un plumazo.

Cuando aquella misma docente anunció que nos llamaría uno a uno para una entrevista personal, a todos nos tembló la tinta de las venas. Pues a medida que mis compañeros salían de su despacho, el desfile de lágrimas y sueños rotos comenzaba a ser verdaderamente preocupante. Hasta que llegó mi hora y, como en el wéstern, me planté con la tenacidad de McBain dispuesto a vengarles a todos. Ella me disparó con la clásica pregunta pueril: «¿Qué quieres ser de mayor?». «Cosmonauta», le respondí yo. Se rió, no le dio más vueltas y siguió hablándome de leads y de la «quintaesencia del periodismo», pero estoy seguro de que comprendió que estaría dispuesto a conseguir lo que nos había adjudicado como una odisea. Aunque la distancia hasta una redacción pasase por orbitar la mismísima luna.

Entonces, el día que pisé por primera vez la redacción de La Voz de Barbanza me sentí Yuri Gagarin frente al teclado y la pantalla. Y no importaba donde sucediese la noticia, daba igual que fuese una queja vecinal porque la maleza campaba a sus anchas en algún sendero o se tratase de un reportaje que solo interesaría a los habitantes del concello más pequeño. Para mí tenía la misma importancia que un cable de Wikileaks, porque esa era mi oportunidad de hacer algo útil con cada línea. Confieso que aún siento esa sensación en el estómago cuando en una rueda de prensa puedo levantar la mano y decir «Antón Parada, para La Voz de Galicia». Y que siempre sonrío a los que nos acusan de dar coces, cuando rebuznan con faltas de ortografía. A veces cometí equivocaciones, pero siempre lo hice con la libertad de la total autonomía que me brindan. Por eso hoy quiero dar las gracias a todos. En especial a usted, querido lector.