Belén en Santa Baia

Javier Romero CIUDADANA

BARBANZA

14 jun 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya lo dice el refrán, o las madres, que suelen tener la misma carga didáctica: «No hay más ciego que el que no quiere ver». Esto, que no voy a negar que tiene muchos encajes relacionados con la actualidad que nos rodea, viene a cuento de la sucesión de conflictos que han hecho de la relación entre el párroco de Santa Baia, y sus feligreses, una guerra frontal cargada de acusaciones cruzadas. No seré yo el que se posicione de uno u otro bando, ya que aunque verdad solo hay una, en este caso ambas partes defienden la suya como la única verdadera. Dicho esto, resulta evidente que una parte falta a la verdad en sus argumentos, lo cual, en este contexto de fe cristiana, tiene una lectura más negativa por aquello de incumplir el octavo mandamiento. Lo que sí me resulta curioso, y digno de análisis, es la reacción del Arzobispado de Santiago a través de su Vicaría. En declaraciones públicas hechas la semana pasada, y procedentes del citado órgano eclesiástico, se abría la puerta al diálogo, a la vez que se cerraban filas para defender a capa y espada la labor pastoral del cuestionado párroco. Algo contradictorio si se conoce mínimamente el tema que nos ocupa. Y es que hablar ahora de diálogo, como exponen desde la Vicaría, es tan difícil como encontrarse a Beiras de copas cogido del brazo de Feijoo.

La realidad, mire por dónde se mire, refleja que el problema está enquistado. Y ya lleva así un lustro... Además, el mismo sacerdote implicado ya dijo hace unos días -a preguntas del que suscribe- que él no ve fórmula posible de reconciliación, algo que, por otro lado, me cuesta entender por aquello del perdón, un término muy en boga en el cristianismo. En el bando contrario ocurre lo mismo; se arman de argumentos para evidenciar su posicionamiento rocoso. Y ahora, sin voluntad de ser yo el que encienda la pipa de la paz, sí que me pregunto cómo es que, conociendo el problema como lo conocen desde su inicio, los responsables del Arzobispado de Santiago no mediaron en su día para evitar que el conflicto se quedara en eso, una diferencia de opiniones en la que había voluntad de acercamiento. Ahora, sin embargo, en Compostela piden templanza a la vez que se secunda la labor de una de las partes implicadas, algo complicado de entender para el bando contrario, que asegura ser el menospreciado. Al final, lo peor de todo esto es que la parroquia de Santa Baia se ve afectada con el éxodo de feligreses a otras iglesias cercanas. También salen perdiendo las entidades que, de siempre, trabajaron por el bien común de la parroquia y de la sociedad en general, al igual que las procesiones, actos vistosos que hoy se viven con tensión y recelos que pudieron evitarse si, a los que competen tales funciones, hubieran sabido atajar el problema de raíz para evitar que se armase semejante belén.