«Es un orgullo personal y profesional» 

BARBANZA

Mónica Irago

Dos grandes nombres de la hostelería compostelana brillaron en el certamen nacional

30 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Tras dos años y cuatro semifinales con catas y propuestas gastronómicas, la final de la sexta edición del concurso Cocinero del Año y la segunda de Camarero del Año se pronunció con un fuerte acento compostelano. Porque en los premios del más prestigioso certamen gastronómico que se celebra en España, dos profesionales de la ciudad brillaron con luz propia. 

Son Óscar Quintana, sumiller que se hizo con el galardón de camareros, y Lucía Freitas, que quedó de segunda en el de cocineros. La final se celebró el jueves en Barcelona, en la feria Alimentaria, y ayer los dos regresaban a casa muy satisfechos. «Es un orgullo personal y profesional», resumía la restauradora de A Tafona en la carretera, camino de vuelta. 

Su compañero en el podio ya estaba por la mañana haciendo lo que mejor sabe hacer; satisfacer a los clientes del Culler de Pau, el restaurante grovense reconocido con una estrella Michelín en el que es jefe de sala.

Trayectoria como aval

A Óscar Quintana le avala su currículo; natural de Negreira, se formó en hostelería y se tituló como sumiller en Valladolid. Ejerció como profesional de sala en el Hostal San Marcos, en León; en el hostal Reyes Católicos de Santiago y en los Paradores de Zamora y Alcalá de Henares. Con esa trayectoria no es de extrañar que se presentase al concurso convencido de su poderío: «Yo fui a disfrutar, pero sabía que tenía posibilidades». 

El concurso dura dos años y se celebran varias semifinales; al final, quedaron cuatro camareros, y Quintana convenció al jurado en las diferentes pruebas de habilidades y aptitudes que tuvo que realizar. ¿Por qué? «Aparte de los conocimientos técnicos y la destreza, yo creo que valoraron la empatía con el cliente, que la gente se encuentre a gusto. La psicología, en este caso, juega un papel muy importante».

Sabe lo que ese reconocimiento significa para su carrera, pero no se le suben los humos. Nada más recoger el premio -3.000 euros en metálico, aunque hubo otros complementarios- regresó al trabajo. «Tuvimos una cena después del concurso, hasta la una de la mañana, y a las cinco ya estaba cogiendo un avión porque a las once y media tenía que estar en mi puesto de trabajo, en O Grove».

Una profesionalidad que contrasta con el resultado de una reciente encuesta hecha en Santiago en la que el personal de hostelería reconocía no tener formación específica y aseguraba que los hosteleros tampoco la facilitaban. 

«Es un error. La formación continua y constante es imprescindible. Del mismo modo que un médico no puede ejercer sin prepararse, un camarero tampoco. Sin estudiar no se puede ejercer, y algo tenemos que hacer al respecto, esa inquietud ya existe en el sector».

Mientras Óscar Quintana se pronunciaba con esa contundencia, Lucía Freitas, cocinera y copropietaria de A Tafona, volvía de Barcelona con su bebé Mauro de acompañante. Lo suyo fue una auténtica aventura. 

Parto culinario

«No sabía si daría a luz antes del concurso y si podría ir, y por encima, quien iba a ser mi ayudante, se rompió el talón de Aquiles y a última hora me tuvo que acompañar mi socio Nacho Tierno. Tuvimos que cerrar el restaurante, pero valió la pena, y mi niño, que es buenísimo, fue el bebito del Cocinero del Año».

Esas peripecias no le impidieron quedar en segundo lugar, por detrás del chef Raúl Resino, de Benicarló, en Castellón. Lo logró con unas vieiras de Cambados, xurelas con espárragos del Ulla y unos kiwis en homenaje a su padre, que los cultiva. «Ganase o perdiese, quería ir con productos gallegos, defender mi tierra».

Óscar Quintana. Realizó un ciclo formativo de hostelería, se tituló como sumiller y fue maître de prestigiosos restaurantes y Paradores de Turismo. 

Lucía Freitas. Chef y propietaria de A Tafona junto con Nacho Tierno, fue premiada también por su menú saludable.