Así habló don Mariano: «Nadie nos va a decir lo que tenemos que hacer. Lo que haga el PP lo decidirá el PP». Así debe ser. Cada uno en su casa se arregla como puede o quiere. Lo malo es que a continuación no se cortó un pelo para meterse en nido ajeno: «Un acuerdo entre PSOE y Podemos, es un disparate». O sea yo puedo hacer lo que me parezca. Los demás, no. Más bien deberían hacer lo que yo diga. Curiosa interpretación de la política, la de don Mariano. Ciertamente es este un mal de la clase gobernante en general y de los políticos en particular.
Otro ejemplo, la señora De Cospedal: «La corrupción, en España, es parte de la condición humana». Estupenda la exculpación. No es nuestro partido, es la condición humana. Colaría si su partido, desde los tiempos del ínclito Fraga, no hubiese tenido, desde Naseiro hasta Bárcenas a todos sus tesoreros enmarañados con la Justicia. Pero claro, son cosas de la condición humana, no de su opción política. ¡Qué casualidad! Al ilustre Fabra de Castellón, hoy en prisión y ayer superjefe del PP por aquellas tierras, le tocó la lotería once veces y se hizo multimillonario. ¡Mecachis!
A Alfonso Rus, otro que tal, le hemos podido oír en público, insultar a sus propios votantes: «Les prometí traer el mar a Xátiva y los muy burros se lo creyeron». Frases como estas, indican la calaña de la que estamos hablando. Ya no se trata de esquilmar a mansalva, sino de sentirse impunes y además aparentar ¡hipócritas! ser la guarda y custodia de los valores más sagrados, según su visión del país. Hace años la gran Maruja Torres nos dejó escrito: «Cuanta más gente conozco, mejor me caen los Corleone». Pues eso.