Conquistar corazones candentes mediante placeres glaciales

ANTón parada / A.G. RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Dos clientas saborean en Boiro unas bolas de helado artesanal con las que refrescan el paladar.
Dos clientas saborean en Boiro unas bolas de helado artesanal con las que refrescan el paladar. dani gestoso< / span>

La comarca cuenta con algunas heladerías en las que se elabora el refrescante producto de manera artesanal

30 jul 2015 . Actualizado a las 22:57 h.

Situémonos en un día veraniego como los muchos que ha ofrecido el mes de julio. Solo que en el año 400 a. C. Una caravana comercial China, con dirección a Arabia, transporta barriles cuyo contenido es conformado por miel, zumos de frutas silvestres y nieve. Su destino: el exquisito paladar de un acalorado sultán adicto al refrigerio de lujo. Comenzaba a conocerse el helado.

En la actualidad, los avances tecnológicos de las revoluciones industriales democratizaron el consumo de este dulce refrescante, acercándolo a las masas menos pudientes. Pero también se sentaron las bases de una progresiva pérdida de la fabricación cuidadosa y artesanal de este alimento. Pero algunos fortines de la tradición resisten en Barbanza.

El 29 de julio de 1979, Juan Manuel Muíños Casais inauguraba en su establecimiento, la pastelería Fina, la primera heladería fija de Ribeira. Un día después, 300 personas hacían cola a la puerta. Tuvo que firmar un sello en la mano de cada cliente despachado para evitar repeticiones.

Fórmula itálica

«Ocurréuseme a idea paseando nunha feira en Italia, despois matriculeime nun curso en Rímini», explicó Juan Manuel Muíños sobre la génesis de su proyecto. Este empresario, que también cuenta con otra tienda en A Pobra, lleva desde los 20 años elaborando él mismo los helados de forma artesanal, bajo la receta que aprendió en la costa adriática italiana.

Defensor del método originario, importa todos los ingredientes del país de la bota, excepto la leche, el azúcar y la nata. «Sempre temos 18 sabores, pero imos rotando entre 50 segundo o gusto da clientela», afirmó Muíños, para no tener que desechar los que no tienen tanta salida.

Durante el verano de la inauguración volaron los 19.000 litros de producción, que constituyen el récord particular de Fina. Hoy en día el número roza los 12.000 litros para los meses de junio, julio, agosto y parte de septiembre. Pero Muíños Casais incidió en que se puede y debe saborear todo el año, por su calidad.

Herencia gélida

Ida Paula Novoa representa la tercera generación de una estirpe de heladeros que se remonta a 1934, cuando su abuela, de la que lleva el primer nombre, fundó el negocio La Montanesa. De ella recuerda cómo tiraba del carro con los típicos barquillos de a un «patacón» por la alameda de Vilagarcía y el olor de la vainilla mezclándose con la leche. Afirma que, más tarde, su madre generalizó el cucurucho en esa ciudad.

Paula Novoa lleva más de 20 años en el oficio y ahora, junto a su marido, Javier Novas, cuyos antepasados casualmente habían trabajado para la empresa originaria, aterrizaron en Boiro por la demanda fiel de los clientes: «Abrimos Caprichos aquí porque o pedía xente de todas partes, que acudía adrede para mercalo xeado», dijo Novoa, que ofrece 50 variedades distintas en su local.

«Seleccionamos o produto de entre as mellores mostras de cada xeadeiro especialista dunha asociación de artesáns», desgranó la empresaria, que basa su elección en la calidad de cada sabor. Además de los clásicos, ofertan algunos dispares, como el de algodón de azúcar o el cóctel San Francisco.

Así, ayudan a refrescar los paladares en jornadas calurosas.