Poderoso caballero

Maxi Olariaga

BARBANZA

29 mar 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Tal vez lo hizo para espabilarnos. Xaquín Marín, el humorista más lúcido da nosa patria y aledañas, nos golpeó el portón del pecho a primera hora desde su página en La Voz de Galicia. Era lunes, 16 de marzo, y veníamos arrastrados y bostezando de un largo fin de semana. Era muy probable que más de uno hubiera perdido la conciencia del mundo real después de una sesión de balneario de cuyas fuentes manaba gintónic y en el que las piscinas termales no eran sino monstruosas tarteras de lamprea.

Silenciada por unos días la constante e implacable maquinaria del capital, cuando cae la noche y más si es durante el fin de semana, uno puede llegar a creer que navega en el Mar de la Tranquilidad que los yanquis, tan previsores ellos, situaron en la luna a fin de que quien quiera surcarlo en su decrépito bote de vela, pierda toda esperanza de emprender tal aventura.

He ahí a dos ciudadanos. Uno, el desconfiado vecino probablemente esquilmado por las preferentes, que regresa apresurado a casa después de ver el partido del Celta en un bar del barrio. Teme que en cualquier esquina, al doblar la calle, se agite una sombra y en la oscuridad brille la sonrisa helada de una faca de Albacete. A él que, cumpliendo órdenes de arriba, le ha timado su amigo el director bancario de toda la vida. A él que ha visto como desahuciaban a su hijo por el imperdonable delito de haber sido arrojado a los infiernos del paro. A él que con su escuálida pensión ha tenido que acoger en su casa a su nuera, a sus dos nietos con sus dos chupetes y a ese hijo que, al pie del avión que le llevó a Cancún de luna de miel le dijo que a la vuelta se iba a comer el mundo con patatas, a ese hombre bueno, lo que le da miedo es el filo de la navaja en manos de un chaval que se dejó morir y marchitó su juventud bajo los puentes en la ruta de la heroína.

Si se fijan, observarán su pasmo al encontrarse en tan peligrosas circunstancias con su viejo vecino de calle y dominó. Lo quiere bien y le advierte: «Como saes a estas horas? Non tés medo aos roubos?» Isolino, Isolino el grande -¡cuántos Isolinos necesitará esta tierra para despertar!- se sorprende de la ingenuidad de aquel buen hombre. Lo conoce casi desde que era un niño y lo recuerda desde mozo, trabajando en el taller mecánico del señor Manuel como empleado de confianza. Isolino le tiene cariño y por eso le desvela el secreto y le muestra con la precisión del relojero de Dios la trampa en la que le han hecho caer los auténticos navajeros. Por eso es tan contundente su respuesta. Por eso golpea con la aldaba de la información aquella conciencia que aún cree lo que le cuentan los pregoneros de los desvergonzados amos del mundo. «Non! Os bancos xa están pechados!».

Xaquín Marín no publica otra viñeta, aquella que describa si el amigo de Isolino entendió el mensaje. No es necesario que lo haga. Todos somos ese hombre vencido por el engaño de los miserables. Así es que todos tenemos la capacidad de entender la contestación del sabio Isolino. Estamos avisados. Podemos, a poco que meditemos, saber quién es quién en esta guerra sucia. Mi viejo amigo, el doctor Caldas ya fallecido, decía siempre: Información, información, información. Un pueblo desinformado es un pueblo muerto. Y así es.