Un día en la oficina

Ramón Ares Noal
Moncho Ares BARLOVENTO

BARBANZA

18 dic 2014 . Actualizado a las 11:34 h.

Aprincipios de noviembre, Germán grabó un vídeo que tituló Un día en la oficina. Se veía a Mané en la proa del Paquito Nº 2 como tratando de desafiar la bravura del mar con sus peculiares gestos y movimientos. Detrás de la cámara se intuía al patrón y a los demás miembros de la tripulación: Toño, Raulito y, quizás, Cachorro. Unos días después, me encontré con Mané en el Farmassia y le pregunté qué tal en la oficina... me explicó que en aquella secuencia trataba de coger una estacha, y, de paso, dar el toque simpático que tanto caracterizaba su forma de ser. Era sábado, cuando hablamos, y me propuso ir un día con ellos en el barco, ¿por qué no a las cinco de la madrugada siguiente? Sabía él que la respuesta iba a ser negativa, porque se necesita algo más que ganas para ir en un barco profesional. El domingo a mediodía ya estaban de vuelta.

Aquel vídeo volvió a mi cabeza anteayer cuando recibí la primera noticia de que el Paquito Nº 2 estaba desaparecido. Llamé a Germán y el móvil respondió que estaba apagado o fuera de cobertura... pero pensé que a ellos no podía haberles ocurrido nada malo, teniendo en cuenta la capacidad de Germán para patronear uno de los mejores barcos bateeiros de Cabo de Cruz, su conocimiento de la ría y, cómo no, su tripulación, una piña de amigos y compañeros de trabajo; tan unidos que ni el mar bravo podría vencerlos. Me imaginé a Mané cagándose en todo después de que una ola como las del vídeo inutilizara sus teléfonos. Solo era cuestión de tiempo que confirmaran que era una falsa alarma.

La llamada que aliviara la preocupación no llegaba y cada minuto de silencio corría en contra de los tres tripulantes del Paquito Nº 2, y uno se aferraba al vídeo con Germán a los mandos del barco, Raulito a su lado, y Mané dominando el mar en popa agitando sus peculiares manos de bateeiro, incluso regalando alguna sonrisa.

Me niego a decir que eran buenos. Simplemente eran ellos, con sus peculiaridades. Los echaremos de menos en Boiro, cada domingo a la hora de los vinos, las tardes de sábado en el Farmassia y en todos aquellos lugares que llenaban solo con su presencia. En lo que a mi respecta, al menos me ocurrirá con Germán y Mané, con los que compartí más momentos, especialmente con el primero; pero me resisto a olvidar a Raulito, al que conocí indirectamente gracias a su hermana Vanesa, ambos injustamente tratados por la vida desde la niñez.

Días de dolor en Boiro, días de dolor en el colectivo bateeiro, días de dolor en las familias, días de dolos entre los amigos... pero llegará el tiempo del recuerdo y mientras permanezcan en nuestras memorias Germán, Mané y Raulito seguirán navegando por la ría de nuestras vidas como si fuese Un día en la oficina más.