Matar al mensajero, costumbre patria

Alicia Fernández

FIRMAS

07 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

A lo largo de siglos de historia, que con sus más y sus menos repujaron esta piel de toro, siempre se apuntó con la honda, espada o arcabuz al que portaba noticia desfavorable; sobre todo en ausencia de mejor argumento o capacidad para doblegar tal adversidad. Esto viene a cuento de que hace un par de semanas alertábamos en este espacio sobre los desencuentros que el puño tenía con la rosa en tierras boirenses. Cabe apuntar también que la solución de negar la mayor no es muy inteligente si los hechos te contradicen a corto plazo. En todo caso parece que se anima algo la carrera hacia junio del 2015, lo que se agradece ante el tedio que inunda la política municipal.

Otro revulsivo ha sido la encuesta de La Voz de Galicia que una servidora, ante las positivas conclusiones extraídas por todos los políticos, ha releído otra vez para constatar que estos no es que vivan en un mundo paralelo ¡incluso leen mensajes paralelos!

Esta semana los furtivos que campan a sus anchas en los arenales de Boiro, han puesto cara y mensaje a sus reivindicaciones: «Tenemos que trabajar para comer». Partiendo de una cuestión que nadie discute, el derecho a comer, no se puede validar una actividad ilegal; aunque esta, bien es cierto, haya sido propiciada por la dejadez y el abandono de funciones que durante años han hecho los mariscadores «legales». Pero si extrapolamos la premisa planteada por los furtivos a las demás actividades tendríamos como resultado la anarquía y el pillaje. Es más, aunque se admitiese tal actitud como medida de presión tendría que ser posterior a un infructuoso proceso de reclamación y negociación. Que no es el caso.

Por último hacer referencia a los negativos datos del paro registrado en el mes de noviembre en Galicia y en Barbanza. Por mucho que nos cuenten batallitas y milongas la situación económica es mala y sus efectos en las personas más desfavorecidas es terrorífico. Solo la acción de entidades como Cáritas, Cruz Roja o la Stop Desahucios impiden un crac social de imprevisibles consecuencias. Las Administraciones ni están ni se las espera. Lo único positivo que nos queda es la actitud de personas como la joven de A Pobra que entrevistaba este periódico y que aseguraba que no perdía la esperanza de encontrar un trabajo a pesar de su infructuosa búsqueda de meses. Solo por esas palabras merece encontrar una ocupación acorde con la gran personalidad y entereza que muestra.

Su testimonio, además, queda para la reflexión de aquellos que demonizan a nuestra juventud. Ese conjunto de personas que sufren a diario ante la falta de expectativas, a pesar de haberse sacrificado y trabajado duro para formarse. En vez de salir a la calle a quemar en la hoguera a los responsables, que sería un final merecido, hacen la maleta y buscan en otras tierras la recompensa a su esfuerzo. El problema es que este movimiento migratorio, a diferencia del de nuestros abuelos o padres, se lleva a los más preparados? ¡sin idea de regresar!