Los sueños que se fueron con Mari, Rosi y Caty

María Hermida
maría hermida RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Amigos y familiares de los noieses fallecidos en el accidente recuerdan los momentos felices que compartieron con ellos

19 nov 2014 . Actualizado a las 08:28 h.

Quizás como desahogo, los grupos, muros y páginas webs relacionadas con Noia se llenan estos días de mensajes de centenares de personas que, con sus palabras, quieren mantener vivo el recuerdo de las víctimas noiesas del accidente de Rois: Mari, Rosi y Alejandro, conocido como Caty. No les recuerdan como héroes, sino como lo que fueron, «personas buenas», dicen mensaje tras mensaje -una página de Facebook en la que se colgó una foto en homenaje a ellos tuvo casi 80.000 vivistas-. Quienes les trataban, quienes les querían, intentan, sobre todo, agarrarse a los buenos momentos compartidos.

De Mari y Rosi, pertenecientes a una familia de cuatro hermanos -ellas eran las del medio-, se destaca sobre todo su unión. Eran dos gotas de agua. Igual de buenas y alegres, dicen quienes las conocían, e igual de preocupadas por los suyos.

Susto en la luna de miel

Mari, que trabajaba en Agra Fuego, la empresa de la familia de su cuñado, se casó en el año 2003 con Alejandro, Caty, que era albañil y que también murió en el accidente. Aunque habían arreglado juntos una casa, vivían con los padres de él, que era hijo único. Ayer, no faltaba quien recordase detalles curiosos de su vida. Por ejemplo, su luna de miel. Se fueron a México y les cogió por banda un huracán. Cuando les desalojaban del hotel en autobús, tuvieron un accidente y su vuelta a España se aceleró. Llegaron con collarines, pero también con la fortuna que no tuvieron el sábado en Rois.

Rosi, por su parte, se casó con Manu unos años más tarde que su hermana con Alejandro. Llevaba media vida trabajando en un estudio de fotografía. Lo hacía a media jornada y el resto del tiempo se encargaba de cuidar a uno de los sobrinos. Era frecuente verla ir y venir al cole con él. Cuando regresó de su luna de miel, en Turquía, recuerdan sus allegados, les «inundó» de ojos turcos para desearles suertes.

Mari y Alejandro y Rosi y Manu habían formado un cuarteto inseparable. El destino quiso que, casualmente, el sábado Manu no estuviese con ellos en el que fue el último viaje de sus vidas.