Presupuestos, por supuesto

Alicia Fernández LA SEMANA DE...

FIRMAS

26 oct 2014 . Actualizado a las 04:00 h.

La política es ese extraño mundo donde casi todo funciona al revés de lo que ocurre en el mundo normal. Ese en el que la mayor parte de los ciudadanos pelean, sufren y se dejan la piel cada día. Por eso a una, cuando asiste a la presentación de unos presupuestos calificados por quien los hace públicos como obligados -siempre por una situación heredada, faltaría más-, le entra la risa floja o la llorera contumaz ¡Qué poca vergüenza y cuanta desfachatez!

A saber en Galicia, desde la aprobación del Estatuto, los populares han gobernado 26 años y la izquierda, en coalición, 7 ¿A qué herencia se refieren? ¿De quién? Y además, ¿después de cinco años en el gobierno todavía achacan sus fracasos a los anteriores? ¡Seriedad, señores! Y en cuanto a lo gastado por encima de nuestras posibilidades, por favor, que el mayor dispendio en la historia de Galicia es la aberración del Gaiás; que por si el señor presidente no lo recuerda se debe a la obra y gracia de su padre político, Manuel Fraga. Continuada y aumentada después por los que antes la criticaron, es verdad.

Vistos los presupuestos desde Barbanza, a una se le escapa otra vez la lágrima. Después de muchos años despilfarrando dinero a espuertas en casas de cultura sin contenido, centros sociales sin medios para funcionar, viveros de empresas y escuelas taller sin vida, alumbrados para leiras, realizaciones que se pudren sin estrenar y otras inservibles para el fin proyectado; de vinos gallegos y españoles, de pinchos y cuchipandas, ahora, digo, con tanto presupuesto para inversiones como servidora para un yate, hay que acometer cuestiones de capital importancia como el saneamiento de las rías. Y no porque se les haya iluminado el cerebro, sino por la urgente necesidad derivada de la evidente degradación del ecosistema marino; por los graves atentados que sufre a diario. Una necesidad ya conocida a mediados de los ochenta, cuando empezaron a llegar millones a mansalva, desde la entonces llamada Comunidad Económica Europea, pero que se derivaron a muy pocas inversiones productivas y a mucho gasto corriente sin control.

Si por aquel entonces se hubiesen acometido esas obras estratégicas para una Galicia con clara dependencia del mar -sobre todo después del varapalo que supuso para la ganadería y agricultura el Tratado de Adhesión- hoy en día no tendríamos un problema medioambiental del copón de la baraja. Pero, además, podríamos invertir los recursos disponibles -que a buen seguro serían más- en incentivar la actividad económica privada. Que a día de hoy es la única política económica que nos puede sacar de la recesión, pues a pesar de los mensajes positivos de Rajoy y Feijoo la realidad es que no hay demanda interna y que los buenos datos macroeconómicos vienen dados por cuatro grandes corporaciones exportadoras o con grandes divisiones de negocio en el exterior. Vamos, ni el uno por ciento de las empresas españolas.

Y ese, señores, es un demérito que se pueden colgar todos y cada uno de los que han gobernado el Fogar de Breogán y el huerto de los Reyes Católicos desde aquel entonces.