Conviviendo con al indecencia

Alicia Fernández LA SEMANA DE...

BARBANZA

28 sep 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

E n este país, puñetero y traicionero, hace tiempo que nos acostumbramos a retozar en el estiércol. Hasta tal punto ha llegado la degradación que si no hay hedor nos sentimos incómodos, parece que no estamos en él. El otro día me comentaron, excusa muy socorrida pero cierta, que en el Gran Hermano nosecuantos ha entrado un gallego con una cabra. «La pone la dirección del programa para que los concursantes mantengan el contacto con la realidad», afirmé.

Anteayer hacía su comparecencia en el Parlamento catalán el ex honorable y ex presidente Puyol. Seguro que tendrán noticia. También decenas de opiniones. Para algún despistado yo se la resumo tuneando el himno de Sabina: qué manera de trincar, qué manera de obtener, qué manera de evadir, qué manera de trepar, qué manera de comer, qué manera de vivir, qué manera de chupar, qué manera de esconder, qué manera de mentir.

Esta misma semana el juez Ruz volvía a asegurar que hay indicios sobrados de que en el PP, partido que gobierna España y nos aprieta el cinturón, existió una contabilidad opaca con la que se financiaron múltiples gastos. Un dinero negro -fruto de parecidas artimañas a las usadas en Cataluña por CiU- del que se aprovecharon todos los que tuvieron la llave de la caja ¡desde la constitución del partido! A expensas de saber si en el caso de los ERE en Andalucía «solo» se trató de enriquecimiento de personas concretas o también del partido socialista, podemos llegar a la conclusión que las formaciones políticas con poder crearon estructuras estables para generar ingresos por la vía del chantaje, la extorsión y la venta de favores.

Por eso, como está muy de moda pedir la reforma de la Constitución, yo propongo una nueva redacción de su artículo 6, para dejarnos de caralladas y saber con quién nos jugamos la pasta. Quedaría así: Los partidos políticos expresan el pluralismo de trincar, concurren a la deformación y manipulación de la voluntad popular y son un instrumento fundamental para las grandes corporaciones. Su creación y el ejercicio de su actividad son ajenos al respeto a la Constitución y la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos, pero no pasa nada si no lo son. Suena mal, lo sé; pero se ajusta más a la realidad y no nos llamamos a engaños.

Al conjunto de la sociedad, a todos los que la conformamos, ya no nos sorprenden hechos, actitudes y comportamientos que en otros países darían para muchas dimisiones. En todo caso, en un terruño donde se elevó la picaresca al altar literario, como mínimo, debería estar prohibido por la Constitución más de dos mandatos a nivel estatal, autonómico, municipal e, incluso, de asociación de vecinos o de peña festiva. La ocasión hace al ladrón, y aquí más.

Los que dicen que quieren irse pero no hay quien tome las riendas, que después de ocho años en el cargo «quieren acabar el proyecto», que cuando pierden no lo quieren dejar así y cuando ganan tampoco, todos, absolutamente todos, se ha demostrado que ocultaban algo. O se demostrará.