«Comía só salchichas por non ter para máis e deume un amago de infarto»

María Hermida
María Hermida RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Llega a pensar en alto: «É mellor morrer e que á muller e aos fillos lles quede unha paga»

11 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Un ribeirense, parado de larga duración, explica la situación que atraviesa su familia

A media mañana, en un banco de una plaza pública de Ribeira, aparece un hombre grueso y alto al que todavía le queda un lustro para alcanzar los cuarenta. Viste normal. Mira normal. Saluda normal. Es una más de las decenas de personas que a esa hora pasean bebés con carritos o fuman un pitillo al aire libre. Pero, conforme empieza a hablar, queda claro que su historia no es corriente. O quizás, como él dice, sea más normal de lo que a veces se cree. Pero no deja de provocar escalofríos. Antes de explicar qué le ocurre a él y a su familia, tocada de lleno por esa pesadilla llamada paro, lanza un aviso: «Non quero dar o nome nin saír en fotografías. Non quero porque, aínda que estou desesperado, sigo tendo vergoña».

Este hombre, vecino de Ribeira, es de esas personas que no tienen clara qué profesión es la suya porque hizo «algo de todo». Desde la construcción a otros empleos; en algunos cotizando a la Seguridad Social y en otros, la mayoría, sin seguro. Hasta hace cinco años, cuando el desempleo se coló en su existencia, se defendió bien. Se casó con una mujer extranjera. Tienen tres hijos, de 8, 3 y 1 años. Y una hipoteca de unos 300 euros. Cuando él perdió el trabajo, al principio, tiraron con el sueldo de ella y con el subsidio y luego la ayuda familiar de 426 euros que percibía él. Pero lo que podía ir a peor fue. Y hace ya tiempo que ella no trabaja ni él percibe la citada paga. En resumen, sobreviven con 500 euros que ella cobra de paro.

Las cuentas, como cabe imaginar, no dan en su casa. Así que él empezó a tomar decisiones drásticas. «Eu o que quero é que os meus fillos se alimenten ben -tienen en Ribeira a dos, el mayor vive en el extranjero con la familia materna-, así que lles deixaba o pouco que podiamos mercar a eles e á miña muller, que está dándolle de mamar á pequena. E eu empecei a alimentarme de salchichas, que che vale un paquete 22 céntimos, e de pan, que o tes por 40 céntimos. Estiven meses así, comía só salchichas por non ter para máis, ata que me deu un amago de infarto e acabei no hospital durante quince días». Le dijeron que tenía que cambiar la alimentación «e senón que ía morrer, que estaba ao borde do colapso».

Pedir ayuda

Al llegar a esa frase es cuando la historia se vuelve más amarga. «Véxome así, que lle teño que contar á miña filla contos como o de que temos unha galiña máxica que non deixa de poñer cando che pregunta por que come ovos e pasta un día tras outro, e pensas que, para o que estás axudando, o mellor é morrer e que á muller e aos fillos lles quede unha paga». Se atrevió al fin a pedir ayuda. Y la recibió de Stop Desahucios. También fue a pedir auxilio a Servizos Sociais, que lo citaron para más adelante.