«El sacerdote debe estar cercano al pueblo, tiene que ser un amigo»

borja oujo / m.?x.?b. RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS CREO

16 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La iglesia de San Vicente de Noal en Porto do Son es uno de los lugares más privilegiados de Barbanza. Rodeada por el mar a un lado y por el monte al otro, presenta un paisaje idílico. En el interior de este lugar sagrado se encuentra el rincón favorito de José Santos Montemuíño, párroco de la localidad. Se trata de una pequeña zona, situada al lado del altar. «Me gusta sentarme y reflexionar sobre el Evangelio del domingo para preparar la homilía», afirma el sacerdote.

A este párroco, nacido en San Martiño de Oleiros (Ribeira), hay dos cosas que lo caraterizan. Una es su amabilidad, con la que se ha ganado el cariño de sus feligreses. La otra es su acento argentino. Este habla característica que tiene se debe a los años que pasó en el país sudamericano. «Tuve que emigrar a Argentina durante la Guerra Civil con mi madre», explica. «La situación aquí era muy difícil, tuvimos que coger el barco en Lisboa, pues no hacían escala en Galicia por culpa del conflicto bélico», recuerda.

Fue en tierras americanas donde el sacerdote descubrió su vocación: «Tuve la suerte de que mis padres coincidieron con dos padres paúles». «Gracias a ellos, y a las becas, pude realizar mis estudios», explica. Tras completar su etapa como estudiante en Argentina, pudo viajar a Roma gracias a una ayuda. En la capital de Italia, donde pasó dos años, consiguió su doctorado en Teología. «Uno de los motivos que me llevaron a aceptar este viaje fue la posibilidad de visitar mi tierra con más frecuencia», afirma.

Vuelta al hogar

Tras finalizar sus estudios, fue profesor durante un tiempo en el país sudamericano. «Nunca me tomé unas vacaciones en Argentina, mi deseo era ahorrar para poder viajar a Galicia», recuerda. La fortuna quiso que en uno de estos descansos en tierras barbanzanas, a principios de la década de los 70, se encontrase con un viejo conocido. «Yo había sido monaguillo, en Oleiros, del que por aquel entonces era párroco de Xuño. Él estaba enfermo y no podía atender la parroquia como antes; sin que yo supiese nada habló con el cardenal Quiroga y me entregó los poderes», cuenta el sacerdote.

Fue así como Santos Montemuíño volvió a establecerse en España: «Yo vine con billete de ida y vuelta, pero cuando tuve la oportunidad de quedarme opté por hacerlo». Durante cuatro años ejerció como cura de la localidad de Xuño, hasta que fue llamado por el obispo para que atendiese dos parroquias cercanas a Padrón. Allí estuvo hasta mediados de la década de los 80, cuando pudo acercarse más a su Oleiros natal al hacerse cargo de la parroquia de Porto do Son. Lugar en el que lleva casi tres largas décadas.

José Santos se rige por la idea de que el sacerdote debe estar siempre cercano al pueblo. «Tenemos que estar ahí en los momentos difíciles y ayudarlos en lo que podamos», cuenta. Siguiendo esta filosofía, sus feligreses lo consideran un ejemplo a seguir. Hace unos años lo sorprendieron con un homenaje de agradecimiento.

josé santos montemuiño párroco de porto do son