Un corazón que bombea a ritmo de jazz

María Xosé Blanco Giráldez
m. x. blanco RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

MARCOS CREO

El bajista noiés ha colaborado con los mejores músicos de Galicia y ha grabado en Nueva York

15 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

La música corre desde siempre por las venas de Kin García, un artista perteneciente a una familia de músicos de Noia que siempre tuvo claro que su vida tenía que discurrir entre corcheas y pentagramas. De hecho, con 9 años ya era alumno del conservatorio de Santiago, del que daría el salto al centro de formación musical coruñés. Mientras se formaba, el noiés daba sus primeros pasos sobre las tablas. Empezaba entonces a forjarse la trayectoria de un bajista que hoy forma parte de los grandes del panorama jazzístico gallego.

Tras formar parte de varios grupos de rock sinfónico, fusión y funk, Kin García se hizo ver en el panorama musical de Galicia a comienzos de los ochenta cuando su ya marcada afición por el jazz le llevó a compartir escenario con Alberto Conde, Chus Pimentel, Carlos Arévalo y Arturo Álvarez de la mano del grupo Noroeste. La banda llegó a gravar un disco que nunca vio la luz. A partir de entonces, el noiés se convirtió en un destacado y asiduo colaborador de los grandes nombres de la escena jazzística de la comunidad, como Nani García, Eva Lioréns y Roberto Somoza.

Pese a su clara inclinación por el jazz, el auge que entonces experimentaba el folk en Galicia llevó a Kin García hacia este estilo. También en este ámbito, el noiés participó en diversos proyectos de los músicos más representativos del género como Berrogüetto, Capercaillie, Dulce Pontes, Rodrigo Romaní y Susana Seivane. «Aquela era unha época moi boa para facer música galega», recuerda el artista.

Pero el jazz seguía siendo el motor que bombeaba el corazón de Kin García, por lo que, a finales de los años 90, cuando este estilo musical empezaba a abrirse camino en Galicia, decidió jugárselo todo a una carta. Desde entonces, el género nacido en Estados Unidos a finales del siglo XIX ha marcado la trayectoria del artista noiés, un currículo que sigue creciendo.

Punto y aparte

Puede decirse que el año 2006 trazó un antes y un después en la vida de Kin García, debido a la coincidencia de dos acontecimientos destacados: la edición de su primer disco en solitario, titulado O lobo morde a man; y el inicio de su etapa como docente en el Conservatorio Superior de Música de A Coruña, donde es responsable del departamento de jazz. Desde entonces hasta ahora, son muchas las fotografías que, dominadas por un bajo, engrosa su álbum de recuerdos.

Si tuviera que elegir una se quedaría, sin lugar a dudas, con una instantánea tomada en Nueva York en el año 2009 con motivo de la grabación de Atlantic bridge: «Traballar con músicos da talla de Steve Brown ou Walter White é o máximo». El noiés no solo tiene buenos recuerdos de aquella aventura por los grandes del jazz a nivel mundial con los que compartió escenario. Con aquel disco, él y sus compañeros llegaron a estar prenominados a los premios Grammy.

Entre las inclusiones más recientes del currículo de Kin García figuran la grabación de su segundo álbum en solitario, Accipiter gentilis, un trabajo repleto de simbolismos hacia el arte milenario de la cetrería, una de sus grandes pasiones; y la puesta en marcha, junto a Quim Farinha y Pedro Pascual, de Talabarte Trío, un grupo que propone un viaje a través de las músicas populares tanto de Galicia como de otras latitudes.

El artista noiés hizo recientemente una adaptación para la orquesta sinfónica del conservatorio coruñés, que fue estrenada en el Palacio da Ópera, y dirigió junto a Jorge Pardo la Orquesta Sinfónica de Galicia. La cifra de conciertos de Kin García es de vértigo. En ellas figuran varias actuaciones en el festival de jazz 1906 que, de la mano de Estrella Galicia, recorre la comunidad. Él constituye la mejor prueba del buen momento que atraviesa este estilo musical.

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