De aventura por el desierto al volante de un coche de cien euros

María Hermida
María Hermida RIBEIRA / LA VOZ

BARBANZA

Una pareja de Taragoña acaba de regresar del Rali Clásicos del Atlas, una experiencia que combina solidaridad y mucha, mucha emoción

24 abr 2014 . Actualizado a las 18:15 h.

Si el carné oficial de aventureros existiese, Alberto Bahamonde y Susana Irene Otero, de Taragoña, deberían tenerlo ya guardado en sus carteras. Se lo acaban de ganar a pulso. O, mejor dicho, a rueda. Ambos, él por amor al automovilismo y ella por amor a él, participaron en el Rali Clásicos del Atlas, una iniciativa deportiva que busca mostrar al mundo la situación en la que viven muchos pueblos de Marruecos y que tiene una vertiente solidaria, ya que los pilotos que participan y sus acompañantes reparten ayuda humanitaria. Lo hicieron a bordo de un Peugeot 205 de más de veinte años que previamente rescataron de una chatarrería por tan solo cien euros y que, metido en el fragor de la batalla por el desierto y las cordilleras del Atlas marroquí, se portó de lujo.

Alberto Bahamonde, que ayer descansaba de la aventura vivida, reconoce que la experiencia fue bastante más dura de lo que pensaba. «Fixemos 2.200 quilómetros con 34 graos de temperatura. Ás veces o calor era infernal e polas noites tiñamos frío. Ademais houbo unha etapa de maratón de 475 quilómetros que resultou moi, moi dura. Iso si, as paisaxes preciosas. É algo digno de ver. Atopámonos con sitios onde houbera tormenta de area e tapara os camiños, polo que era moi difícil avanzar. Foi toda unha aventura». Precisamente, en una zona cubierta hasta los topes de sedimento fue donde Alberto y Susana vivieron una de las anécdotas más entrañables de su aventura. Se quedaron atascados con su Peugeot. Y, como aparecidos de la nada, surgieron decenas de niños dispuestos a tirar por el coche. Al término de la maniobra, que resultó un éxito, todos querían recompensa. Así que la pareja se deshizo de todos los víveres que llevaba a bordo.

No fue comida, pero sí calzado y material escolar el que repartieron en distintas localidades marroquíes. Y es que el rali incluye esa parte solidaria, que no disgustó a estos vecinos de Taragoña: «Repartimos material nunha escola e había moitísima, moitísima xente esperando por el». En otros lugares, cree Alberto que porque se trata de aldeas muy apartadas, recibieron a los coches del rali a pedradas. Pero, en general, niños y mayores estaban encantados de que los pilotos pasasen por allí.

¿Volverán a acudir?

Tras esta aventura, Alberto y Susana no quieren pensar de momento en la próxima. Dicen que, como mínimo, habrá que dejar pasar un año... Aunque, quien sabe, quizás hagan buena la mítica publicidad de ese Peugeot 205 que tan bueno resultó y, con él, «al fin del mundo».