Realidades que duelen

Alicia Fernández LA SEMANA DE...

FIRMAS

10 feb 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Cualquier persona que visite zonas interiores de Galicia o España puede coincidir en que por esos pagos, en general, hay mayor civismo que en la costa. El comportamiento en público de los ciudadanos mejora y el respeto hacia los bienes colectivos es mayor. Esta era una impresión particular, fruto de las experiencias de muchos viajes. Pero cuando la comento con amigos o familiares llegamos a la misma conclusión. Pongamos un ejemplo: celebraciones como los carnavales, San Juan o las salidas del sábado noche se convierten en una excusa para las algaradas, peleas o ataques al mobiliario público. Véanse los múltiples ejemplos a lo largo del año en la comarca del Barbanza. Otro sería el modo de conducir. Uno más, en fin, el comportamiento en público vociferando, escupiendo, orinando, ensuciando? Todo esto es más raro en el interior, si hablamos de lugares de similar dimensión a los nuestros. También su educación es mayor en eventos o actos públicos.

El origen de todo esto puede estar en múltiples razones. Pero sin duda hay una que destaca sobre las demás: la permisividad y dejadez de los padres. O quizás, mejor expresado, en la dejación de ejercer como tales. Pasamos de la nada al todo en muy poco tiempo y sin ningún criterio. De las normas rígidas en exceso a la ausencia de las mismas. De no tener nada a tenerlo todo sin esfuerzo. De no dar nunca la razón a justificar lo inverosímil.

Para demostrar esto último podría aportar numerosas experiencias por mi colaboración en varias asociaciones de padres y madres. Les pintamos un mundo que no existe y que gira en torno a ellos. Donde todo está permitido o en el que sus actos no tienen consecuencias. Les sometemos a la dictadura de las mil y una actividades para escapar de la más importante, estar con ellos. Pretendemos comprar su cariño con dinero y no con tiempo y dedicación. Niños que marchaban para excursiones con un evidente exceso de dinero y tarjeta de crédito, regalos inmerecidos o inasumibles para la economía familiar, motos y coches. Padres exprés.

Asumiendo la existencia de este problema, también hay una evidente falta de medidas para controlar la expresión pública del mismo. En muchos casos incluso se puede hablar de permisividad por las autoridades. A los desmanes callejeros y peleas se suma la moda de actos violentos sin mediar provocación. Golpes y ataques para diversión de un grupo de salvajes o para publicar en las redes sociales, provocando a mayores la humillación de sus víctimas. Por último también está la aceptación social de la violencia y el mal ejemplo de algunos mayores. Esta semana, sin ir más lejos, leíamos la triste actuación de un entrenador de segunda regional que, según se desprende del acta arbitral, agredió al trencilla. Y antes ya había tenido que expulsar a un delegado del equipo. ¡Qué ejemplo para sus jugadores!

Finalizar diciendo que aquí también hay muchos jóvenes que se esfuerzan, tienen educación y se divierten sin necesidad de armar líos. Con doble mérito pues a mayores sufren a los otros.