El «efecto peneira»

BARBANZA

13 ene 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Acualquier persona mínimamente sensata le llena de indignación pasar por delante de fastuosas obras que acabaron siendo inútiles, están inacabadas o languidecen a la espera de actividad, de contenidos. Son monumentos a la mala gestión para escarnio de quienes los promovieron, para vergüenza ajena de los ciudadanos, para desesperación de aquellos que hoy sobreviven gracias a la caridad, a la solidaridad, y ven semejantes despropósitos de fondos públicos derrochados en tiempos en los que se recortan o eliminan aportaciones para, por ejemplo, la dependencia, los comedores escolares, la sanidad.

Es lo que tienen las crisis, son insoportables, difíciles de llevar, malas de superar, pero cuentan con un aspecto positivo, lo que me permito denominar «efecto peneira», y ya saben lo que es una «peneira», aquel artilugio que tenían nuestras abuelas por el que pasaban la harina de forma que con la buena se hacía el pan y las empanadas, y la mala, lo gordo, acababa como alimento del cerdo o de las gallinas.

El «efecto peneira» nos ha servido para avergonzarnos de haber aplaudido la consecución de proyectos que hoy se antojan inútiles o innecesarios. Nos rasgamos las vestiduras si pensamos lo bien que nos vendrían hoy aquellos fondos malgastados. Pero es tarde, porque cuando la harina rebosaba la «peneira» no veíamos lo gordo y ahora es lo que nos queda.

Por lo que estamos viviendo, por lo ya sufrido, no debemos caer en el error de exigir a los gobernantes ni obras ni servicios que no sean imprescindibles, pero sí mantener los que están hechos, culminar los empezados que sean indispensables tanto para el desarrollo económico como social de la comarca, para garantizar una mínima calidad de vida, que pasa por residir en pueblos y ciudades con las calles limpias, los jardines cuidados, una atención al ciudadano que cumpla los mínimos de educación y respeto. Y no crean que estos aspectos se suponen, como el valor en la mili, porque la realidad diaria nos señala lo contrario.

Cuando lo gordo se desgaste tanto que pase la red de la «peneira» el pan no sabrá igual, pero la harina siguiente será fina.