Zaha Hadid, la mujer que desafió los lindes y convenciones de la arquitectura

Xesús Fraga
Xesús Fraga REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

La angloiraquí,  primera mujer que se hizo con el premio Priztker, falleció ayer en Miami a los 65 años de una ataque cardiaco

01 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

A lo largo de su carrera, Zaha Hadid venció toda clase de obstáculos gracias a su visión arquitectónica pero sobre todo al tesón que le daba una personalidad sin concesiones. La principal, llegar a lo más alto de una profesión desde una doble periferia: una mujer de un país árabe. Durante años, fue una arquitecta que no lograba construir. A pesar de abrir su propio estudio en Londres en 1980, no fue hasta el 2006 cuando consiguió ver inaugurado su primer edificio en el Reino Unido (un edificio oncológico en Escocia), dos años después de que le concediesen el Pritzker: fue la primera mujer en ser reconocida con el premio.

En buena medida, que sus diseños se quedasen en el papel puede atribuirse a que llegaban antes de su tiempo. El ejemplo más elocuente fue su proyecto para la ópera de Cardiff: tras ganar el concurso, los políticos se conjuraron para evitar que lo construyese y prefirieron otro diseño, mediocre y convencional. Todo cambió cuando Vitra le encargó una estación de bomberos en Weil am Rhein en 1994 y en 1997 se inauguró el Guggenheim de Bilbao. La subsiguiente obsesión de toda ciudad por poseer un edificio «icónico» benefició a Hadid: su arquitectura rotunda, espectacular, encajaba perfectamente con esta corriente.

De no poder construir Hadid pasó a no poder dejar de hacerlo. Edificios en los cinco continentes, de todo tipo. Instalaciones deportivas como el complejo de esquí de Innsbruck o el centro acuático para las Olimpiadas de Londres, museos como el Rosenthal de Cincinnati o el Maxxi de Roma, pabellones, estaciones ferroviarias, colegios... y, por fin, una ópera, la de Guangzhou.

Hadid falleció ayer en Miami a causa de un ataque cardíaco mientras estaba siendo tratada por una bronquitis. Tenía 65 años. En su estudio trabajaban 350 personas, cifra que dimensiona su trayectoria si se compara con las 65 que tenía empleadas en el 2003, cuando visitó A Coruña para defender su proyecto en el concurso de la Casa de la Historia, un diseño fiel a sus principios, los de construir edificios «como joyas». Era una estética que tenía tantos partidarios como detractores: la falta de unanimidad es un precio que se paga cuando se desafían los límites, los constructivos y los profesionales, de la arquitectura, que Hadid contribuyó a ensanchar.Zaha