Y San Amaro colapsó Vilanova

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso VILANOVA / LA VOZ

VILANOVA DE AROUSA

MARTINA MISER

Miles de personas se acercaron a la localidad a degustar los tradicionales callos

16 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Quizás fue por el buen tiempo. Quizás porque los callos son un plato que gusta a todo el mundo. Vilanova celebraba ayer la festividad de uno de sus patrones, San Amaro, y la cita se volvió multitudinaria. Tanto, que las raciones se agotaron y los establecimientos de restauración se quedaron pequeños para acoger a todos los que querían probar esta delicia gastronómica. «Estivemos desbordados», reconocía uno de los hosteleros de la localidad. Un éxito también fue la carpa instalada en las inmediaciones de la iglesia, donde los vecinos no dudaron en hacer cola para sentarse a comer.

«A San Amaro suele vir bastante xente», relata uno de los vecinos de este municipio. Pero pocos recuerdan una afluencia similar a la que se registró ayer. En ella tuvieron mucho que ver el hecho de que la fiesta coincidiera en domingo, día de descanso por excelencia, y el buen tiempo que imperó durante toda la mañana. Hacía frío, pero también sol y ello llenó las terrazas de los establecimientos. Los actos festivos comenzaron pasado ya el mediodía, con la tradicional misa solemne. Al terminar, el santo salió en procesión por las calles de la localidad hasta el puerto. Iba acompañado de sus fieles. En cuanto finalizó el recorrido, se procedió a la tradicional puja de las ofrendas que, en esta ocasión, consistieron en varios gallos que se fueron con el mejor postor.

Mientras, en los bares del municipio y en la carpa instalada en las inmediaciones de la iglesia comenzaban a servirse las primeras raciones de callos. Era la tapa del día en muchos establecimientos, pero también el plato principal en los menús de los restaurantes. Buena parte de ellos se sirvieron de pincho, acompañando a las consumiciones. Pero también había raciones al precio de ocho euros, seis si se compraban en la carpa oficial, y restaurantes que los ofrecían para llevar. Poco a poco, terrazas y locales se fueron llenando de vecinos y visitantes. Y pasada la una y media de la tarde ya costaba encontrar un hueco en alguno de los locales del municipio. La gente hacía cola las terrazas y en la barra a la espera de una mesa libre. Y los camareros no daban abastos para atender tanta demanda. «Eu esgotei todo e fixeramos dúas olas enormes», explica uno de los hosteleros de la localidad. La situación se repitió en otros locales y hasta hubo quien llegó al municipio con la intención de quedarse a comer y dio vuelta al no encontrar hueco en ningún establecimiento.

La carpa oficial

También en la carpa oficial, que se recuperó en esta edición tras varios años sin ella, había que hacer cola. Allí además de callos se podían degustar raciones de pulpo y empanada, para completar el menú. El recinto se fue llenando poco a poco y enseguida se quedó pequeño para dar cabida a todos los que querían probar esta delicia gastronómica. El precio era hasta dos euros más barato que en muchos establecimientos.

Aunque el grueso de la fiesta tuvo lugar al mediodía, la afluencia de vecinos fue constante durante toda la jornada. Porque la fiesta no se acabó con los callos, sino que hubo mucho más. Por la tarde volvió a haber misas y una gran verbena se encargó de poner el fin de fiesta alrededor de las ocho.