El músico que tocó casi todos los palos

Bea Costa
bea costa VILANOVA / LA VOZ

VILANOVA DE AROUSA

Martina miser

Intérprete, director y asesor, con Prado nacieron varias agrupaciones de la comarca, fiesta del Momo incluida

12 ago 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Hablar de José Luis Prado es hablar de música. Debutó a los siete años en la Banda de Vilanova y cuando empezó en su primera orquesta «aínda levaba pantalón corto». Se estrenó a los catorce años en Los Bohemios de A Coruña, tocaba el saxo y ya ganaba más que muchos adultos. «Daquela gañábase ben, 125 pesetas por unha fin de semana cando o soldo dun home podían ser 10 pesetas ao día», recuerda. Todavía andaría un par de décadas recorriendo las verbenas de Galicia, pero llegó un día en que se casó, llegaron los hijos, montó una mueblería en Vilanova y decidió dejar esta vida. Tenía 33 años y se despidió con la orquesta Cortegada de Vilagarcía.

Pero la música iba por dentro de modo que si no era tocando el saxofón o el clarinete sería dirigiendo y tocando el violín, pero Prado volvió a los escenarios.

En 1976 acordó con unos amigos crear la Coral Polifónica de Vilanova y en ella estuvo como director durante 30 años. «Recorremos toda Galicia, parte de Portugal e de España, para min foi un gran orgullo».

Todavía tenía tiempo y talento para más. El vilanovés dirigió la orquesta de Pulso e Púa del Liceo de Vilagarcía durante 24 años y en los últimos tiempos se apuntó a dar serenatas con Cremallera, un grupo creado al calor de la coral de Vilanova, y además colabora en la formación y dirección del coro de voces graves Orfeón de Arousa.

Prado también es compositor. Obra suya son el Ave María a la Virgen de La Pastoriza y Misa breve a Santa Mariña, entre otras, y por estar también estuvo en los inicios de la fiesta del Momo, que acabaría convirtiéndose en un referente del carnaval en O Salnés.

Con semejante currículo, en el Concello de Vilanova pensaron en él para concederle el domingo una de las insignias de oro y brillantes de la Festa do Mexillón e do Berberecho. Le preguntamos como afronta este reconocimiento. «Con moita humildade, eu nunca fixen nada para que ninguén me recompensara», dice. Prado no quiere presumir así que nos pide que seamos mesurados a la hora de escribir de esta distinción y de sus méritos.

Cuando queremos indagar por lo que ha significado la música par él, suspira. Sí, hubo sacrificios y malos momentos, dice, «pero a min doume moitas satisfaccións». «Cando facía as cousas gratis, é cando máis me enchía. Coñeces a moita xente, e atopei sobre todo a persoas, máis que a músicos. Valeu a pena, non polo económico pero si polo espiritual».

Ahora, a sus 82 años muy bien llevados, ya no tiene los dedos ni la cabeza para coger la batuta ni el violín, pero sigue con el gusanillo dentro. Hace cosa de un año se apartó de los escenarios pero sigue colaborando con la Coral de Santa Mariña de Cambados, un grupo humano para el que no tiene más que elogios y que le permite seguir en contacto con las notas y los acordes. Y si no puede tocar o dirigir, escuchar una melodía, le compensa. «Eu xa con escoitala me conformo».

El saxofón lo dejó ya hace veinte años pero el violín todavía lo rescata de vez en cuando «para oír como sona». Y en casa, la música no falta cuando se reúne la familia en Navidad o en cualquier otra fecha señalada. Prado ha creado escuela. Nieto e hijo de músicos, él también tiene un hijo que canta y un nieto, Víctor, que compagina sus estudios de Telecomunicaciones con un grupo. «É un artista», dice orgulloso.

Parte de su vida la pasó rodeado de músico, pero ya no. Ha llegado el momento de volcarse en los suyos. «O que quero agora é dedicarme á milla familia todo o que poida». Y agradece el apoyo recibido en su entorno más próximo. «Coa música sofren os que quedan na casa. Os músicos divertímonos a conta do sacrificio dos da casa e eu tiven a sorte de ter unha muller moi comprensiva».

Su historial musical le ha dejado una amplia nómina de amigos y de vivencias, un álbum en el que, por supuesto, no faltan las batallitas, especialmente de sus años mozos cuando iba de fiesta en fiesta. Le pedimos que nos cuente alguna. «Hai moitas. Eu que sei, dunha volta tocando o violín rompeume o cordal e tiven que ir a unha viña a coller un alambre para poder seguir tocando, e outra vez, nunhas festas na Coruña, estabamos a esperar polo cura, que non apareceu porque estaba sulfatando. E logo cando había que botar polo coche nas costas arriba... [sonríe]».

Empezó a los 7 años en la Banda de Vilanova y a los 14 se estrenó en las orquestas