El censo de perros creció un 33 % en Vilagarcía en los últimos cuatro años

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

VILAGARCÍA DE AROUSA

MARTINA MISER

En la capital arousana están registrados 7.555 canes, frente a los 4.984 del 2014

08 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

El hartazgo de un grupo de vecinos de López Ballesteros, en Vilagarcía, ha vuelto a poner bajo el foco uno de esos problemas que salpican a demasiadas calles gallegas: la falta de civismo que demuestran aquellos propietarios de perros que evitan recoger los excrementos de sus mascotas. Las heces no solo dan mala imagen -que también-, sino que se convierten en una pesadilla para quienes tienen niños pequeños. Y, en general, para quienes caminan por unas calles minadas.

Que este problema se de en Vilagarcía no es extraño. El número de perros censados en la capital arousana es elevadísimo: 7.555 ejemplares, según los últimos datos del registro oficial que maneja la Xunta de Galicia. La cifra es considerablemente superior a la de hace cuatro años: en 2014 eran 4.984 los animales que figuraban en esa lista. El crecimiento de la población de mascotas es evidente, y se traduce no solo en una mayor presencia de canes en la calle, sino en el florecimiento de negocios centrados a los animales de compañía. Así que por la capital arousana ya no es raro cruzarse con un paseador de perros, o detenerse ante el escaparate de una tienda especializada en todo tipo de cuidados.

Pero, con 7.555 canes en las calles, basta con que una pequeña parte de los propietarios incumplan sus obligaciones para que los excrementos de los perros se conviertan en un problema recurrente, que cada poco tiempo sale a la luz en forma de desesperadas quejas vecinales. Es el caso de las los residentes junto a una pequeña plazoleta de López Ballesteros. Los vecinos de ese lugar, muchos de ellos propietarios también de mascotas, están hartos de tener que recoger los excrementos de sus animales y de otros que acuden a ese espacio con sus dueños. Por esa razón, han empapelado ese pequeño espacio público con carteles en los que advierten de su intención de denunciar a quien vean que no recoge las heces caninas. Al mismo tiempo se han dirigido al Concello para reclamar algún tipo de medida que disuada a los canes de utilizar los jardines de la plazoleta para hacer sus necesidades, bien sea aportando grava a la zona, bien vallándola de alguna manera.

Saben que ni siquiera así tendrán garantizado el éxito. Mientras mantener la ciudad limpia no se convierta en un mantra interiorizado por todos, las heces caninas serán un problema de imagen y de higiene. Y es que, aunque en las calles principales puede resultar más extraño encontrarse con ese tipo de deposiciones -es más violento no recoger en una zona muy transitada-, un paseo por barrios más alejados, o una incursión en las zonas verdes deja en evidencia que queda mucho camino por andar antes de poder dar por solucionado este problema.

Un sinfín de campañas frustradas para mantener las ciudades limpias

Los Concellos, al menos los arousanos, han intentado todo tipo de fórmulas de sensibilización y de campañas de concienciación para acabar con este problema. Pero no han funcionado, al menos no como deberían. Por eso, a estas alturas son muchos los que opinan que esto solo se arreglará cuando quienes incumplen con la normativa, y con la más elemental educación, sean sancionados. No es tarea sencilla, dicen las autoridades municipales. Quizás por eso, pese a todas las amenazas, solo el Concello de O Grove, siendo concejal el galeguista Fredi Bea, se atrevió a lanzar una campaña de sanciones contra aquellos que dejaban tras de si las heces de sus mascotas.

Lanzó aquel órdago después de una incisiva campaña que discurría bajo el lema «recolle a merda do teu can». Era un mensaje claro, evidentemente rotundo; casi un exabrupto que demostraba el hartazgo ante la falta de respuesta a otras acciones más conciliadoras y menos directas. En Vilagarcía, la batalla contra las cacas de los perros en las calles también dio para un juego de palabras. «Caca, culo, please» fue la frase elegida para una de las últimas campañas de sensibilización realizadas desde el Concello. Tampoco logró obrar milagros. Tanto es así, que en la capital arousana un grupo de madres del colegio de A Lomba, hartas de que sus hijos volviesen a casa con la ropa sucia de excrementos y las suelas embadurnadas, decidieron colocar cartelitos en cada excremento que encontrasen en el parque, a fin de intentar sacar los colores a quienes allí los dejaban. Pero parece evidente que la vergüenza no es patrimonio de todos.